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16 de enero de 2010

El vampiro en el cine II: De The Last Man on Earth a Luna Nueva




A diferencia de la etapa anterior, claramente dividida en ciclos marcados por el trabajo de dos grandes estudios, Universal y la Hammer, en este periodo no resulta tan sencillo establecer nexos comunes entre las numerosas producciones vampíricas.

La adaptación, tanto de la novela como del cómic es una vez más la principal fuente de inspiración para la elaboración del relato cinematográfico. Dos novelas acapararán un buen número de producciones, por una parte, la eterna Drácula de Bram Stoker, que derivará en películas como el remake de W. Herzog al Nosferatu de Murnau (1979), el desconocido pero interesante Drácula de John Badham (1979), la versión oficial de la novela a manos de Coppola, Drácula de Bram Stoker (1992), la parodia a las películas del género a manos de Mel Brooks con su Dracula: Dead and loving it (1995) u otras versiones muchísimo más libres y poco interesantes como Drácula 2000, de P. Lussier, J. Musker o Van Helsing (2004), fallido spin-off cinematográfico basado en el personaje de la novela de Stoker.


Por otra parte la interesantísima novela Soy leyenda del genial Richard Matheson, que al menos cuenta con cuatro adaptaciones: The last man on earth (1964), de S. Salkow y U. Ragona, protagonizada por Vincent Price, El último hombre vivo (1971), de Boris Sagal (con mutantes albinos en lugar de vampiros), Soy leyenda (2007) de Francis Lawrence y su lamentable copia de bajo presupuesto Soy Omega (2007) de G. Furst.

No podemos olvidar otras adaptaciones como la cautivadora Entrevista con el Vampiro (1994) de Neil Jordan, en este caso de la novela de Anne Rice, a la que siguió La reina de los condenados (2002), de Michael Rymer, ni por supuesto la saga crepuscular de Stephanie Meyer, que ya cuenta con dos adaptaciones Crépusculo (2008), de Catherine Hardwicke y Luna nueva (2009) de Chris Weitz con fotografía a manos de Javier Aguirresarobe.



El cómic, tan fructífero en el cine de superhéroes, también aportó su granito de arena al género vampírico con películas como Blade (1998) de Stephen Norrington, adaptando al personaje de la Marvel hasta en tres ocasiones ( Blade 2, de Guillermo del Toro, 2002 y Blade Trinity, de David S. Goyer, 2004) o la reciente 30 días de noche (2007) de David Slade, basado en la seductora novela gráfica de Steve Niles y Ben Templesmith.

Sería imposible citar todas las producciones de los últimos años, pero no se pueden pasar por alto filmes como Martin, de George A. Romero (1977), El Ansia, de Tony Scott (1983), la entretenida Noche de miedo, de Tom Holland (1985), Vamp, de Richard Wenk (1986), Jóvenes Ocultos, de Joel Schumacher (1987), Abierto hasta el amanecer, del tándem Tarantino-Rodríguez (1995), Vampiros de John Carpenter (1998), la interesante La sombra del Vampiro, de E. Elias Merhige (2000), un “what if” sobre la posibilidad de que Max Schreck (protagonista de Nosferatu) fuera realmente un vampiro o la saga Underworld convertida, hasta el momento, en trilogía.

La semana que viene El vampiro en el cine III: mordiscos europeos.


Sólo para los más frikis:

Fuerza Vital, 1985, de Tobe Hooper
Jesucristo Cazavampiros,de Lee Demarbre, 2001
Drácula 3000,de Darrell James Roodt, 2004


Artículo de
David Boscá

12 de enero de 2010

El vampiro en el cine I : de Nosferatu a Vampyros Lesbos




¿Qué es un vampiro?

No resulta fácil la tarea de construir una definición que determine con exactitud las características de esta palabra con orígenes tan dispares. A diferencia de lo que se cree, el vampiro, o el mito del vampirismo, no sólo lo encontramos en la cultura eslava y de centro europa ( como bien se ha encargado el cine de recordarnos) si no que ya encontramos rastros del vampirismo en épocas mucho más pretéritas y en todo tipo de culturas, pero siempre como un portador de enfermedad y destructor de la vida (la sangre, siempre asociada a la vida). Hay señales de vampirismo en leyendas sumerias, mesopotámicas, egipcias, chinas, japonesas o americanas, por citar algunos ejemplos.

No cabe duda que el debut cinematográfico del vampiro en el cine se produjo con la espeluznante Nosferatu de Murnau en 1922, aunque es posible que exista algún precedente en obras del cine mudo como la producciones El secreto de la casa número 5 (1912) o The Vampire (1913).


El cine nunca ha dejado de lado la figura del vampiro en cualquiera de sus formas: el asesino vampírico ( M, El vampiro de Dusserdorf, 1931,de Fritz Lang), el vampiro psíquico (Intacto,2001, de Juan Carlos Fresnadillo) o el vampiro con origen histórico ( La condesa Drácula, 1971,de Peter Sasdy, basada en Elizabeth Battory, que se bañaba en la sangre de doncellas para intentar retrasar su vejez).

La Universal recogió el testigo de Murnau y creó la imagen del vampiro que perdura en nuestro imaginario, el irresistible seductor de la noche que vestía de etiqueta, encarnado (nunca mejor dicho) por Bela Lugosi en su Drácula de 1931.



Tras un periplo de películas más o menos afortunadas como la incomprendida en su tiempo Vampyr de Dreyer (1932), La hija de Drácula (1936), El hijo de Drácula (también de la Universal pero esta vez interpretada por Lon Chaney Jr.), llegaron algunas entrañables películas corales como La zíngara y los monstruos,1944 o La mansión de Drácula 1945,novelas como Asylum con los primeros vampiros venidos del espacio e incluso parodias ( Abbot y Costello contra los fantasmas,1948) que únicamente consiguieron que el público perdiera el interés por el personaje. Tras unos años de mediocridades se recuperaría, y de que manera, con la llegada de una productora inglesa que aterrorizaría a todo el mundo como nadie había hecho hasta entonces.

La Hammer ( con merecidísimo origen español), utilizó el Technicolor tan popular en la década de los 50 para mostrar la sangre más roja de la historia del cine. Inauguró su festival de producciones con Drácula (1958), Drácula, el príncipe de las tinieblas ( 1966, ambas de Terence Fisher), Drácula vuelve de la tumba, Las cicatrices de Drácula (producidas las dos en 1970) y otras películas con gran dosis de erótismo como Las novias de Drácula (1960), Los amantes vampiros (1970), Drácula y las mellizas (1971) o la citada La condesa Drácula (1971).

En 1967, Roman Polansky homenajearía de forma soberbia todo este universo Hammer en su divertida El baile de los Vampiros, protagonizada por él mismo y su fallecida esposa Sharon Tate.


Por supuesto sería muy injusto pasar por alto la figura de Jesús Franco, reconocido hace muy poco en los premios Goya, que a lo largo de su extensísima filmografía trató el tema del vampirismo, algo más subido de tono si cabe. Algunas de sus películas, El Conde Drácula ( 1969), Las Vampiras (Vampyre Lesbos, 1970) o Drácula contra Frankenstein (1971).

Las imprescindibles:

Nosferatu, 1922, de F.W. Murnau
Drácula, 1931, de Todd Browning
Vampyr, 1932, Carl T. Dreyer
La zíngara y los monstruos, 1944, de Erle C. Kenton
Drácula, 1958, de Terence Fisher
Las novias de Drácula, 1960, de Terence Fisher
Vampyros Lesbos, 1970, Jesús Franco


Artículo de David Boscá