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4 de abril de 2010

La chica que saltaba en el tiempo




Todas las cosas nos son ajenas; sólo el tiempo es nuestro.

Lucio Anneo Séneca.


La joven Makoto esta probablemente viviendo los mejores años de su vida, disfruta junto a sus amigos Chiaki y Kosuke de los últimos días de instituto, de la ausencia de grandes responsabilidades. Juntos recuerdan los días de verano, y hablan de sus pequeñas preocupaciones mientras juegan a béisbol. Tras un desastre de día, Makoto descubre asombrada que tiene la capacidad de viajar hacia atrás en el tiempo dando grandes brincos y comienza a utilizar su nueva habilidad para evitar los problemas y alargar esos preciosos días de su adolescencia. Claro que, viajar en el tiempo tiene sus inconvenientes…

El viaje en el tiempo se ha convertido con el paso de los años en un subgénero de la ciencia-ficción a tener en cuenta. Llegó tarde, salvo alguna rareza olvidada, en la década de los 50-60 pero lo hizo con tanta fuerza que encontramos viajes en el tiempo en el cine de aventuras, El tiempo en sus manos, de George Pal (1960),Time Bandits, de Terry Gilliam (1981), en el cine de acción, The Terminator, de James Cameron (1984), Star Trek: First Contact, de Jonathan Frakes (1996), El final de la cuenta atrás, de Don Taylor (1980), El experimento filadelfia, de Stewart Saffill (1984), o en el thriller, 12 monos, de Terry Gilliam (1994), Frequency, de Gregory Hoblit (2000), Donnie Darko, de Richard Kelly (2001), El efecto mariposa, de Eric Bress & J. Mackye Gruber (2004), o Primer, de Shane Carruth (2004). Con el gran precedente de la trilogía de Back to the future, de Robert Zemeckis (1985) el viaje en el tiempo llegó a la comedia y se produjeron películas como Las alucinantes aventuras de Bill y Ted, de Stephen Herek (1989), Los visitantes, de Jean-Marie Poiré (1990) o Groundhog day, de Harold Ramis (1993). La televisión no podía ser menos y tras el éxito de Doctor Who (1963-1989) los viajes en el tiempo se convirtieron en un tema recurrente de la pequeña pantalla, los vemos en Quantum Leap (1989-1993), Sliders (1995-2000), Twilight Zone (1959-1964), Journey man (2002), Lost (2004-2010) o Life in Mars (2006).

Sorprendentemente, el cine de animación no pareció demasiado interesado en el tema ( dejando de lado algunos hilos argumentales ), no encontramos ninguna película referencia hasta Toki wo Kakeru Shōjo ( La chica que saltaba en el tiempo) en el año 2006.



La película, producida por Madhouse (responsable de series como Death Note o Monster) y dirigida por Mamoru Hosoda habla del paso del tiempo, de la ausencia de los días pasados, de la juventud, de la magia de aquellos días exentos de preocupaciones, del amor primerizo. La ciencia-ficción es una bonita excusa para sacar a la luz los sentimientos de Makoto, para obligarla a romper el fragil cascarón de la inocencia y enfrentarse por primera vez en su vida a la dureza de la toma de decisiones presente contínuo de la vida del adulto.


Cercana a Efecto mariposa (2006) es posiblemente la película más elegante de viajes en el tiempo realizada hasta la fecha. Cargada de bellas imágenes (perfectamente acordes al sentimiento de inocencia y pureza que desprende el film) que bien podrían formar parte de alguna pieza de autor europeo, se recrean, al igual que estos autores en la introspección, en la melancolía pero sin dejar de lado el humor ( la patosa Makoto), e incluso el suspense ( cerca del final, termina rompiéndose el climax en una secuencia que parece sacada de Cashback, de Sean Ellis, 2004).


La chica que saltaba en el tiempo, no deja de ser un producto shōjo manga (dirigido especialmente a chicas adolescentes), aunque es cierto que cualquiera puede disfrutarla y sentirse identificado con la protagonista. También puede ser que en algunos momentos abuse de la ñoñería y el infantilismo, por otra parte, siempre presentes en la sociedad japonesa y únicamente comprensibles mediante ejercicio de empatía. Posiblemente sea el desenlace lo más flojo de la película. Dejando a un lado la ciencia-ficción durante gran parte del metraje (siempre presente pero en segundo término) cuando realmente aparece como protagonista nos extraña e incluso nos parece fuera de lugar. Aún así, personajes marcianos como la tía de Makoto (tan presente en el shōjo manga) incluidos, la película es un punto y a parte en el cine de animación contemporáneo.

Desgraciada y sorpresivamente, La chica que saltaba en el tiempo sigue sin estar editada en nuestro país y es necesario encomendarse a aquello que la ministra de cultura trata de desterrar para poder disfrutar de una pequeña joya de la animación japonesa.

Artículo de David Boscá

25 de marzo de 2010

Afro Samurai, la venganza es un plato que se fuma con crack




Curioso lo de este producto denominado Afro Samurai. Curioso porque nace en Japón pero con la idea de ser explotado inicialmente en Estados Unidos ( amparado por el mismísimo Samuel L. Jackson que figura como productor ejecutivo y además pone la voz a Afro) y curioso porque explota de manera deliberada las conexiones propias entre el cine de género de samurais con el western mediante el protagonismo de un héroe afroamericano en un futurista japón feudal. Interesante.

El responsable de esta curiosidad es el estudio Gonzo, culpable también de otras interesantes series (o miniseries) como Hellsing, Black Cat o especialmente Samurai 7, una atractiva adaptación en clave mecha del clásico Los siete samurai del maestro Kurosawa.



Afro Samurai se agarra a uno de los argumentos universales de la historia del cine (véase La semilla inmortal, libro de J. Balló y Xavier Pérez), la venganza, y se mueve en terrenos posmodernos, al igual que Tarantino en su Kill Bill (2003). Esto, sin olvidar la obligada referencia de un argumento muy cercano al western clásico y crepuscular, como hemos visto en La diligencia (1939), de John Ford , El hombre de Laramie (1955), de Anthony Mann (sobre un hombre que busca a toda costa a aquel traficante que vendió armas a los indios provocando la muerte de su hermano) o Nevada Smith (1966), de Henry Hathaway (el personaje interpretado por Steve McQueen viaja en busca de los asesinos de sus padres) y por supuesto al cine de género japonés, Samurai Assasin (1965), de Kihachi Okamoto, Sanjuro (1962), de Akira Kurosawa o Zatoichi (2003), de Takeshi Takano.


Una de las señas de identidad más características de la animación japonesa y del manga en general es la enfermiza obsesión por la tecnificación, por armonizar lo viejo con lo nuevo, lo cibernético con lo tradicional. Es el caso de Afro Samurai, donde circulan esperpénticos personajes como monjes cargados con bazookas, androides ninja o cyborgs vengativos. Propuestas desde luego arriesgadas, que pueden llegar a ser poco digeribles por el espectador occidental, pero que sin duda acentúan el carácter posmoderno de este extraño e interesante pastiche pop formalmente vinculado a la cultura blackxploitation que ya creó un precedente en Black Samurai (1977), de Al Adamson.


La mini serie se compone únicamente de cinco episodios de 22 minutos cada uno. De esta forma, Afro Samurai se disfruta con rapidez, puesto que si algo no se le puede echar en cara es que va directamente al grano. Mediante una sencilla narración que articula el presente con el pasado (en forma de flash-backs), se nos cuenta la historia de este obsesivo samurai, aficionado a la limonada y fumador de crack que no duda ( ¿o sí?) en hacer rodar todas la cabezas que sean necesarias, eso sí, a ritmo de funk.

El samurai en la animación:

Magic Boy, el pequeño samurai ( 1959), de Akira Daikuhara
Los gatos samurai (1991), de Shuki Levin y Haim Saban
El guerrero samurai (1996), de Kazuhiro Furuhashi y Kaeko Sakamoto
Samurai Jack(2001), de Genndy Tartakovsky
Samurai Deeper Kyo (2002), de Junji Nishimura
Samurai Champloo (2004), de Shinichirô Watanabe
Samurai 7 (2004), de Futoshi Higashide
Gisaku (2005), de Baltasar Pedrosa
El samurai sin nombre (2007), de Masahiro Andô

Artículo de David Boscá

15 de marzo de 2010

El vuelo de los dragones o como la ciencia venció a la magia




Es difícil encontrar una película de animación que haya causado tanto impacto en una generación de niños de todo el mundo como lo hizo El vuelo de los dragones.

Curiosamente, la película, producto del dúo Jules Bass y Arthur Rankin, Jr, fue estrenada directamente en video (y nunca salió de ese formato, porque a día de hoy no está editada), detalle que no hizo más que potenciar su distribución en muchísimos hogares que hacían de los videoclubs una parada obligatoria todos los fines de semana.

El vuelo de los dragones, adapta de forma más o menos libre dos novelas, una del mismo nombre (1979), de Peter Dickinson (autor que se convertirá en el protagonista del film) y The dragon and the George (1976) de Gordon r. Dickson.


Carolinus, es el mago de la naturaleza, el mago verde, y últimamente anda muy preocupado porque la tecnología y el progreso está comiendo terreno a la magia, debilitándola cada vez más. Por eso reúne a sus hermanos, Solarius, el señor de las alturas y las profundidades, Lo Tae Sho, el señor de la trascendencia y Omaddon, el rey de la oscuridad y de la magia negra, para proponerles la creación del último reino de la magia, un lugar para todos aquellos que no tienen cabida en el mundo de los hombres.

Ommadon, propone corromper al propio hombre, dándole armas, codicia, celos y envidias, para que la humanidad misma y su ciencia origine armas y destrucción, dejando vía libre a la magia otra vez.

El resto de hermanos no aprueban a Omaddon, sugiriendo Carolinus visitar a la Antiguedad ( un árbol mágico) con tal de que les muestre el camino para frenar al malvado hermano. Ésta, muestra la imagen de un joven de ciencia, del Boston de un futuro lejano, enamorado de los dragones. Carolinus lo llevará con él a su mundo, pero tras un accidente, su mente se fundirá con el cuerpo de Gorbash, el dragón de Carolinus, con lo que tendrá que iniciar su aventura como dragón y no como hombre.

El vuelo de los dragones es más que una típica película de dibujos animados.



Equiparable, en su justa medida, y en su terreno a otros clásicos de culto de la generación de los noventa como Regreso al futuro o Los Goonies, entretiene, pero con el objetivo último de contar una historia tratando con respeto a los jóvenes espectadores a los que va dirigida.

La banda sonora compuesta por Maury Laws es todo un prodigio. Grabada a fuego en el imaginario de toda una hornada de niños a escala mundial, aporta la emoción, la tensión, en un buen número de escenas memorables como la inquietante aparición de los lóbregos de arena, el terrorífico ataque del ogro o la, posiblemente, escena más especial del film, el sueño del dragon inspirado por unas notas de flauta travesera.


La amistad, el valor, el honor, la superación, el orgullo, el deber, son algunos conceptos presentes en esta inocente producción para televisión, que se atreve, hace ya 30 años, a debatir sobre la presencia de las nuevas tecnologías, la deshumanización del ser humano, el irrefrenable avance del progreso que va a hacer olvidar los valores tradicionales, representado en este caso por el mundo de la magia. Por eso es tan impactante el final, por eso lo recordamos con tanto cariño, porque ni los dragones más fieros del mundo entero pueden hacer nada contra la realidad de la ciencia y la lógica como armas, ante la ilusión de la magia en decadencia.

Un film necesario en estos días grises, donde los niños no tienen más fuente de inspiración que unos (pocos) dibujos animados descafeinados y unos (muchos) frikis televisivos desvergonzados.

Si te gustó El vuelo de los dragones:

El hobbit (1977,TV)
El señor de los anillos (1978)
El retorno del rey (1980,TV)
El último unicornio (1982)
Dragones y Mazmorras (1983, TV)
El viento en los sauces (1987,TV)

Artículo de David Boscá y David Tarrazona

5 de marzo de 2010

Oscar 2010: UP




Sólo la fantasía permanece siempre joven, lo que no ha ocurrido jamás no envejece nunca

(Johann Christoph Friedrich von Schiller)

Up cuenta la historia de un vendedor de globos de 78 años, Carl Fredricksen, quien finamente consigue llevar a cabo el sueño de su vida al enganchar miles de globos a su casa y salir volando rumbo a América del Sur. Pero descubre demasiado tarde que la mayor de sus pesadillas se ha embarcado también en el viaje: un explorador de la jungla llamado Russell, que tiene 8 años y un optimismo a prueba de bombas. (FILMAFFINITY).

El arranque de Up es maravilloso. Digno de las mejores películas de la historia del cine. La música de Michael Giacchino te transporta a los universos sonoros de Jacques Tati, a la sensibilidad de la música de Nino rota, en definitiva, al mejor cine clásico, cosa totalmente lógica teniendo en cuenta la edad del personaje y la edad de sus más tiernos recuerdos. El relato en clave muda de la vida del señor Fredricksen, consigue el asombro, la sonrisa, la sorpresa, la lágrima. Y la película no ha hecho más que empezar… Ese es el principal, y quizá único problema de Up, empieza tan alto (valga la redundancia) que no consigue, prácticamente en ningún momento, volver a subir a ese punto.


Todos los personajes de Up, tienen un objetivo muy claro. El señor Fredicksen hacer cumplir el sueño de su mujer, Ellie, instalarse con su casa en lo alto de una cascada sudamericana, el pequeño ( y obeso mórbido) boy scout, Russell, conseguir la última medalla que le falta y así poder demostrar su valía a su ausente padre adoptivo y, Charles Muntz, el explorador, empeñado de por vida a recuperar su honor dando caza a un ave salvaje que habita la selva venezolana. Por eso funciona tan bien. Porque hasta el ave y Doug, el perro tienen sus objetivos, alimentar a sus crías y ser aceptado, respectivamente.

Pete Docter y Bob Peterson, dirigen una historia con claras influencias al cine de Chaplin, Capra y otros genios de la edad de oro del cine de Hollywood. La historia de los sueños y los imposibles, de las promesas, de los objetivos, de las fantasías jamás cumplidas, mediante una serie de carismáticos personajes animados que consiguen transmitir una de nuestras inquietudes más latentes: el miedo a desaprovechar nuestra vida.



El mensaje, lógicamente, es positivo. Todo es posible, incluso transportar tu casa con cientos de globos a través de los cielos en claro homenaje a novelas como El pueblo aéreo o La isla de hélice del inmortal Julio Verne, y a las posteriores películas del estudio Ghibli. Nunca es tarde para cumplir nuestros sueños más locos, más anhelados.

Divertida, emocionante, bien escrita y técnicamente ( lamento no tener más conocimientos de técnicas de animación 3D) impecable. Ahora bien, Up no es perfecta.


Tras el magnífico prólogo y un desarrollo más que interesante, la película se deshincha como los globos, cayendo en los mismos clichés de siempre, eso sí, edulcorados con el buen hacer de Pixar que consigue disimularlos. Una lástima.

De ninguna manera hay que quitar mérito a Up (seleccionada por la academia con el resto de películas de “acción real” a mejor película, segunda vez que ocurre después de La bella y la Bestia ), que merece todos los premios del mundo, pero sigo pensando que Mary and Max podría, seriamente, haberle plantado cara.


Artículo de David Boscá

17 de febrero de 2010

El gigante de hierro que soñaba con ser Superman




No cabe ninguna duda de que el ganador de dos Oscar, Brad Bird, es un enamorado de la animación de los años 50 y 60. Sus películas destilan ese aroma mágico de los cortos de la UPA, de los noticiarios norteamericanos, de los libros ilustrados de después de la guerra e incluso el humor de algunas producciones del estudio Hanna-Barbera.

El gigante de hierro, su primera película, anterior a Los Increíbles y Ratatouille, es un catálogo de estilo, un severo homenaje a la animación clásica que vivía sus últimos días y a una época muy concreta en la que explotó, además de bombas atómicas, el fenómeno de la ciencia-ficción, las revistas pulp, los cómics y movimientos culturales como el Beat.

En ella, un gigante de hierro aterriza en nuestro planeta, tras un pequeño accidente con un generador eléctrico conoce al pequeño Hogarth Hughes, que le salva la vida, y se hacen amigos. El problema es el gran tamaño del gigante, que no pasa desapercibido, su pasión por devorar metales y la presencia de un agente federal que está investigando el caso.

Una película familiar de la Warner Bros, posiblemente la mejor del estudio, que sin descuidar a los niños ( va dirigida a ellos) moraliza sobre el armamiento de un país, sobre el miedo y la paranoia, sobre la amistad, a través de unos personajes que viven sus vidas en plena guerra fría. En esta ocasión no vienen los rusos sino un robot gigante procedente de algún lejano planeta que no recuerda su próposito en el nuestro. En esencia es un arma, un robot de guerra ( que se activa cuando se siente amenazado) pero descubre junto a Hogarth que al igual que Superman, puede decidir ayudar a la humanidad en lugar de destruirla.


Ted Hughes, el poeta inglés, escribió el relato original para consolar a sus hijos tras la muerte de su madre, y aunque el guión de Bird se aleja bastante del original, el mensaje de optimismo y el afán de superación está presente en toda la película.

Una escena muy significativa aquí.


Filmografía de Brad Bird:


Artículo de David Boscá




13 de febrero de 2010

The Black Cauldron, la película más oscura de Disney




El Caldero Negro ( en España, Tarón y el caldero mágico) es el clásico número 25 de la factoría Disney. Estrenada en los cines en 1985, fue un auténtico fiasco comercial ya que costó 44 millones de dólares ( se utilizó por primera vez el proceso APT en substituyendo el trabajo a mano de la clásica xerografía por la fotocopiadora y consiguió un Oscar por este logro ) y tan sólo recaudó 21 en la taquilla norteamericana.

Con una estética mucho más propia del cine de Ralph Bakhsi o Don Bluth ( dos años antes aparecía el arcade Dragon’s Lair) y cercana a producciones televisivas como El vuelo de los dragones (hablaremos sobre ella pronto) o Dragones y Mazmorras, Disney quiso dar un vuelco, dejar de lado sus musicales y cambiar las fábulas animales por una historía que directamente venía influenciada por los universos tolkianos del El señor de los anillos y otras aventuras de espada y brujería.


El estudio planteó una película para adolescentes y no para niños ( aparecía por primera vez en la historia de la Disney sangre en la pantalla) abriendo una herida que no se cerraría hasta cuatro años después con el éxito de un nuevo musical, La Sirenita.

En la película, Tarón, cuida animales en su granja con la ayuda del anciano Dallben, especialmente de una cerdita muy especial, Hen Wen. Un día, el anciano decide mostrar los poderes de ésta a Taron, la creación de visiones, y descubren que el mismísimo rey del mal la esta buscando para que le lleve hasta el caldero negro, capaz de devolver a la vida a los muertos con los que armar un ejercito para dominar el mundo. Se produce el secuestro y se inicia la aventura.

Aventura que no avanzará de la mano de cursis canciones sino con la partitura de Elmer Bernstein, compositor de algunas de las bandas sonoras más recordadas de todos los tiempos como Los siete magníficos, La gran evasión o El cabo del miedo.


Una verdadera lástima que no esté editada en DVD en nuestro país (sí lo estuvo en VHS), y que tengamos que comprar la edición americana (con audio en inglés y en español de súdamerica original) para poder disfrutar de este raro clásico del cine de animación.


Disfruta del arranque de la película pinchando aquí:


Aventuras animadas con caballeros, bárbaros, dragones o magos:

Merlín, el encantador (1963)
El hobbit (1977), de Jules Bass y Arthur Rankin, Jr.
El señor de los anillos (1978), de Ralph Bakshi
El retorno del rey (1980), de Jules Bass y Arthur Rankin, Jr.
El vuelo de los dragones (1982), de Jules Bass y Arthur Rankin, Jr.
El último unicornio (1982), de Jules Bass y Arthur Rankin, Jr.
Tygra, hielo y fuego (1983), de Ralph Bakshi
La espada mágica (1998), de Frederik Du Chau


Artículo de David Boscá

10 de febrero de 2010

Con Mary and Max la plastilina se hizo arte




¿Cómo se puede confiar en una academia que nunca premió a genios como Stanley Kubrick, Charles Chaplin, Howard Hawks o Ennio Morricone? No me valen los premios honoríficos y no me vale que una película como Mary and Max, del australiano Adam Elliot, no esté en la ceremonia de este año peleando ( si hubiera todavía alguna opción) la estatuilla a la también fabulosa Up.

Porque Mary and Max no es una película de animación cualquiera y es quizá por eso, por el hecho de que no se ajusta a un público infantil que no reciba su merecida recompensa.


Cuenta la historia de dos personajes muy diferentes pero iguales al mismo tiempo, Mary, una imaginativa niña australiana de madre alcohólica residente en Melbourne y Max, un peculiar, solitario y maniático viejete que vive en Nueva York. Un día Mary, en busca de algún amigo, decide enviar una carta al azar al primer nombre que encuentra en la guía telefónica de Nueva York: Max Horowitz, y así es como se inicia una bonita y duradera relación de amistad por correspondencia.

A través de unas divertidas y en ocasiones negras cartas, ambos van abriendo su corazón y contándose el uno al otro lo que es la soledad o intentando explicar el mundo que les rodea mediante una omnipresente voz en off ( Philip Seymour Hoffman y Toni Collette en el original). Ahora bien, ¿Cómo explica la realidad un viejo con el síndrome de Asperger, que tiene que ayudarse de dibujos para identificar si una persona está triste o contenta? O ¿Cómo lo hace una niña de 8 que piensa que los bebés australianos nacen en las jarras de cerveza?


Viendo Mary and Max uno se pregunta como puede algo tan inocente como la plastilina emocionar de esa forma, atacar tan duramente a los sentimientos incluso hasta la lágrima y al mismo tiempo robar unas cuantas risas, que luchan por salir de forma contenida. La película te agarra y no te suelta en un tiempo…

Sí, son personajes un tanto extremos, sí, sus vidas son duras, al fin y al cabo infelices, pero comparten con nosotros la esencia de la amistad, el sentimiento de unidad y satisfacción, que por desgracia vamos perdiendo en esta sociedad tan deshumanizada.

Para ver el trailer en la lengua de Shakespeare, haz click aquí.

Otras películas para niños de más de 18 años:

Fritz el gato (1972) de Ralph Bakshi
Heavy Metal (1981), de Gerald Potterton
Akira (1988), de Katsuhiro Ôtomo
South park: Más grande, más largo y sin cortes(1999), de Trey Parker
Waking Life (2001), de Richard Linklater
A scanner darkly (2006), de Richard Linklater
Persépolis (2007), de V.Paronnaud y M.Satrapi
Vals con Bashir (2008), de Ari Folman


Artículo de David Boscá

2 de febrero de 2010

El cine de animación de Bruno Bozzetto




Los años 60 fueron unos años magníficos para la cultura y el arte en general, y para la animación en particular. Mientras en Estados Unidos Walt Disney nos regalaba tres joyas de la animación universal, 101 Dálmatas (1961), Merlín el encantador (1963) y El libro de la selva (1967), y el dueto Hanna-Barbera hacía historia en el mundo de la televisión animada, en Europa se experimentaban interesantes propuestas como el Yellow Submarine (1968) de George Dunning o los cortometrajes de Jan Švankmajer, que influenciarían a tantos cineastas posteriores.

Uno de los grandes genios vivos de la animación europea, es sin duda el italiano Bruno Bozzetto, muy conocido en Italia especialmente por su personaje más famoso, el señor Rossi.



Además de los numerosísimos cortometrajes, que arrancan en el año 58, la mayoría de ellos en artesana animación tradicional pero sin descuidar los nuevos formatos, siendo uno de los pioneros de la animación con Flash en Europa, dejó para la historia tres fantásticas películas, que para muchos de nosotros forman parte de nuestra infancia: West and Soda ( o Johnny y Clementina en el Oeste, 1965), Vip, il mio fratello superuomo ( o Mi hermano el Vip, 1968) y la galardonada Allegro non troppo (No demasiado alegre, 1977).

La primera, West and Soda, es un claro homenaje al spaguetti western, tanto en la forma como en el fondo, impregnada de ese humor tan característico de Bozzetto (a veces políticamente incorrecto) que, a menudo, juega con el sonido, tamaño y la sencillez del motivo en el plano (tan característico del animador en trabajos posteriores) para sacarnos alguna que otra sonrisa.



La siguiente película, Mi hermano el Vip, mucho más compleja que la anterior, hacía un guiño en este caso al cine de superhéroes, tan recurrente en los años 60, y de paso, servía de excusa para analizar el creciente capitalismo en la sociedad italiana, el consumismo y el poder de la publicidad ( la antagonista, Happy Betty, dueña de una cadena de supermercados, fabrica unos misiles cerebrales para convertir al resto de la humanidad en autómatas que consumirían sus productos).


Por último, Allegro non troppo, posiblemente su mejor película, y al igual que Fantasía, de Walt Disney, utiliza la música clásica como hilo conductor de varias piezas animadas que hablan sobre la deshumanización, la soledad o la excesiva urbanización. Los segmentos de animación ( intercaladas con live action), incluyen música de Debussy, Dvorak, Ravel, Sibelius, Vivaldi y Stravinsky.


Las películas:

West and soda, 1965
Vip, mio fratello superuomo, 1968
Allegro non troppo, 1977

Artículo de David Boscá