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12 de marzo de 2010

Dime que me quieres antes del amanecer




Cuantos de nosotros nos hemos preguntado alguna vez que hubiera pasado si hubiera bajado de ese metro, si hubiera subido a ese tren, si hubiera dicho “hola”, si hubiera marcado ese número de teléfono. Si hubiera…

Antes del amanecer es una película redonda. Con sus defectos, como la vida misma, pero redonda. Es un relato de un día cualquiera, que empieza en un tren cualquiera, en un país europeo. La historia de un encuentro de dos jóvenes, un americano ( Ethan Hawke) y una francesa ( Julie Delpy) que se conocen por casualidad ( ¿o nada es casual en esta vida?) y, deciden pasar un intenso día juntos antes de retomar sus diferentes vidas.

Richard Linklater, uno de los más interesantes cineastas de la generación de los noventa, cuenta la historia de forma muy inteligente. Por momentos a tiempo real, con larguísimos planos secuencia, con esos diálogos con chispa que escuchamos cada día y nos es tan difícil poner por escrito, con esas miradas complices de dos personajes que saben que están hechos el uno para el otro y son conscientes de que nada es sencillo. Planifica la película de forma natural, orgánica, sin nada que nos descentre de los protagonistas, haciéndonos partícipes de esa historia de amor, pensando que lo hemos vivido o lo quisieramos haber vivido. Escuchamos nuestras pulsaciones. Sonreimos.



Jesse es escéptico, no cree en lo que no puede ver, aunque es verdad que cuando era pequeño vió al espíritu de su abuela que se despedía de la vida. Céline, por otro lado es soñadora, optimista y cree que lo que una viaja gitana le cuenta va a hacerse realidad. Esta diferencia no impide ( si no todo lo contrario) que ambos se desnuden ante nosotros y ante ellos mismos, especialmente en la escena ( ¿escena? ) de las falsas llamadas telefónicas, tan real y emocionante.


Como en cualquier conversación interesante, todo cabe, la religión, la filosofía, el sexo, los acertijos, los traumas infantiles, los antiguos amores, el futuro, el arte, la literatura y por supuesto esas banalidades mágicas, esa palabrería sin sentido, que oculta los verdaderos sentimientos que podemos ver en los ojos de la otra persona.

Una película romántica preciosa, heredera del espíritu de la Nouvelle Vague, del cine de Eric Rohmer, pero en clave Pop, con ese toque Indie ( que no pedante) del cine norteamericano de los 90, que tan bien ha sabido reflejar en su filmografía Richard Linklater.


Artículo de David Boscá

3 de marzo de 2010

Oscar 2010: El secreto de sus ojos




Benjamín Espósito (Ricardo Darín), secretario de un Juzgado de Instrucción de la Ciudad de Buenos Aires, está a punto de retirarse y decide escribir una novela basada en un caso que lo conmovió treinta años antes, del cual fue testigo y protagonista. Su obsesión con el brutal asesinato ocurrido en 1975 lo lleva a revivir aquellos años, trayendo al presente no sólo la violencia del crimen y de su perpetrador, sino también una profunda historia de amor con su compañera de trabajo (Soledad Villamil), a quien ha deseado y amado fervorosamente y en silencio durante años. La novela que escribe Espósito nos hace recorrer los años 70, cuando en Argentina se vivían épocas turbulentas, el aire estaba enrarecido y nada era necesariamente lo que parecía ser. (FILMAFFINITY)


¿Cómo f bricar un obr m estr ?

Nadie sabe nada. Así de vehemente se mostraba William Goldman en su libro autobiográfico Las aventuras de un guionista en Hollywood. Y razón no le faltaba. ¿Por qué algunas películas triunfan y otras no? ¿Por qué, incluso utilizando las mismas fórmulas, unas son consideradas obras maestras y otras no? Quién sabe…

Lo que sí está claro es que El secreto de sus ojos, lo es. Por muchos motivos, pero especialmente por los pequeños detalles.


Campanella no descubre el mediterráneo, pero manipula con la delicadeza de un gran artesano los elementos fundamentales de su película teniendo como espejo el cine de Hitchcock, el de Allan J. Pakula y otros directores del Hollywood de los 70, el de Frank Capra (reconoce haber visto ¡Qué bello es vivir! 90 veces), el de Fellini, el de Howard Hawks o la fotografía de genios como Gordon Willis ( El padrino, El último testigo, Todos los hombres del presidente...).

Humaniza el cine negro, utiliza el humor como la mejor arma del suspense, recupera la importancia de la mirada que parecía permanecer en el olvido, consigue emocionar sin caer en lo banal…

El secreto de sus ojos no necesita más que cinco minutos para enganchar al espectador, para activar ese interruptor que se nos pone en marcha cuando estamos viendo alguna gran película clásica. No necesita más que unas pocas palabras de Darín para echar por tierra la mayoría de películas vistas en los últimos días.

Juan José Campanella se recrea en esos pequeños detalles ( una vieja máquina de escribir que le falta la letra a, una mirada en una fotografía, una línea exquísita…) para implicar al espectador en una historia dura en su esencia. Tomando como modelo dos films de Pakula (Todos los hombres del presidente y El último testigo) la película salta de género a género, de la comedia más divertida a la investigación policial más interesante, del horror al melodrama.



La película es un ejercicio de focalización, un interesante juego entre miradas: la del director, la de los personajes, la del espectador que asombrado se deja llevar por esos enfoques selectivos, por la inteligente composición de los planos, por esos detalles, otra vez detalles, que sabemos que pueden marcar el destino de una persona ( una puerta abierta o cerrada, la diferencia entre temer y amar, el escote de un vestido, una despedida sin beso…).

El secreto de sus ojos, como las grandes películas, va directa al corazón atacando con los grandes temas universales: el amor, la justicia, el rencor, la venganza, los miedos, la pasión, la adicción, que nos son tan cercanos, que comprendemos y sabemos interpretar.

Al igual que los grandes personajes del cine negro, Espósito vive anclado en el pasado que le atormenta. Como en Perdición, un hombrecito que vive dentro de él le dice que no puede abandonar el caso, ni olvidar a la mujer de sus sueños.

Se habla mucho del contexto sociopolítico de la Argentina de los 70. Pamplinas. El secreto de los ojos es mágica, atemporal. Igual que el amor de Espósito e Irene, que sobrevive a todo. Dos personajes que se convierten en personas, porque Darín y Villamil no actuan, viven, y así lo sentimos desde el otro lado de la pantalla.


Artículo de David Boscá

19 de febrero de 2010

El milagro de la luz en Barry Lyndon





Meses antes al rodaje de Barry Lyndon, Kubrick recorrió el mundo en busca de lentes ultra rápidas, porque sabía desde el principio que buena parte de las escenas de su película iban a ser filmadas en situaciones de extrema poca luz. Parece mentira , y resultaba increíble ya en los años 70, pero nunca se había filmado una película con escenas a luz de vela sin ningún tipo de luz artificial adicional. Por algo será...

Ed DiGiulio, el presidente de Cinema Products Corp, encargado de suministrar el equipo técnico que Kubrick necesitaba, recibió la llamada del director neoyorkino, ya que quería construir equipos nuevos a través de exóticas lentes que había conseguido (como una Carl Zeiss de 50 mm con F/0.70 que utilizaba la NASA para exploraciones lunares). DiGiulio le preguntó sorprendido porque no se planteaba utilizar las nuevas lentes Canon y Carl Zeiss, rapidísimas, que permitían fotografiar la luz de la vela de manera fácil siempre que se usara una luz de relleno. Kubrick a esto respondió que no hacía la película para lucirse sino para intentar capturar el debilitamiento del color y la sensación de estar viviendo las mismas sensaciones que se podían experimentar en un castillo del siglo XVIII durante la noche. De hecho, para intentar balancear la película de forma equilibrada Kubrick forzó el revelado, una parada, tanto en las escenas de interior como las de exterior.

No es tampoco casualidad que la fotografía de Barry Lyndon se acerque a algunos cuadros de William Hogarth y otros pintores del dieciocho, ya que ellos también trataban de representar su realidad, la de una vida sin electricidad, por una parte y por la gran abertura de las lentes que sacrificaban la profundidad de campo y lo que conseguían es que en muchas ocasiones las imágenes se aplanaran como en un lienzo.

En las escenas de interior, pero en este caso con suficiente luz, lo que se hizo fue reforzar la luz exterior a través de difusores que entraban por las ventanas en lugar de inundar la localización de focos como hacen la mayoría de producciones, logrando una bonita combinación de luces.

Claro que ser un genio tiene su precio, no sólo fue maldecido por los actores que se morían de calor alrededor de las velas repitiendo una y otra vez sus líneas ( hasta 25 veces afirmó Ryan O’Neal) sino también por su director de fotografía, John Alcott, que al menos fue galardonado con un Oscar. Este dijo en su momento que trabajar con esa lente era trabajar con algo que no tenía nada que ver con las lentes tradicionales, con una profundidad de campo prácticamente nula, de modo que no tenía referencia de enfoque y tenía que hacer pruebas manuales entre 1 y 60 metros para averiguar donde estaba el punto más enfocado.  

Sorprendentemente la película fue un fracaso de crítica y de público, menos mal que el tiempo pone a cada uno en su sitio…




Artículo de David Boscá

12 de febrero de 2010

La música de película lleva nombre de Morricone




Parece mentira, que un compositor que lleva mas de quinientos trabajos en su haber y que sus obras preceden en muchos casos, a las películas a las que pertenecen… Sólo le hayan dado un Oscar honorífico en el 2006, después de cinco nominaciones ( Malena, 2000; The Mission,1986; Bugsy, 1991; The Untouchables, 1987; Days in Heaven 1978). Parece incomprensible que alguien con tal talento le suceda algo así. Pero también le ocurrió a Hitchcock homenajeado con el premio Irving Thalverg (Un reconocimiento que se concede en al ceremonia de los Oscars para destacables de la producción cinematográfica). Así que desde estas premisas, entiendo que los Oscars castigan a los genios y como premio cinematográfico obedece a intereses de otra índole y no hacen mas que reafirmar mi convicción y la falta de fe que tengo en estos galardones. Son tantas películas las que forman parte de nuestras vidas y del imaginario colectivo, y tantas que no han sido reconocidas… Pero los Oscars, como tantos otros premios, son pasarelas y modelitos propios del espectáculo televisivo, del papel cuché y no del arte cinematográfico. Por tanto no hace honor a su verdadero menester.


Bueno volviendo a Ennio que es de quien trata este artículo… Romano de nacimiento, comenzó a introducir emociones en el cine en los años sesenta y desde entonces sigue en activo a la edad de 81 años. Es por tanto, un hombre nacido para el cine y un profeta de la música.
Las composiciones musicales que todos identificamos como el Spaghetti western (Yo lo llamo Paella Western ya que fueron rodadas en España), llevan su nombre como la llamada Trilogía del Dollar: Per un pugno di dollari (Por un puñado de dólares), Il buono, il brutto il cattivo (El bueno, el feo y el malo), Per qualche dollari in più (La muerte tenía un precio). Pero particularmente y como cresta del género… C’era una volta in west (Hasta que llegó su hora) con su fantástico tema: “The man with the harmonica”. Todas ellas, obras firmadas por Sergio Leone quien junto a Morricone trabajaría en casi todos sus largometrajes.

Este genial compositor, encuentra musas fuera de la ortodoxia instrumental o fuera de las tradicionales orquestas. Entendemos que justifica estos instrumentos atípicos con la historia y la trama. Como por ejemplo en “una de vaqueros” como Il bouno, il brutto, il cattivo, donde se interpretan: tambores, silbidos, una harmónica un flauta india, coros, una orquesta e incluso ¡una guitarra eléctrica!(algo que semióticamente se entiende como un invento propiamente americano)!. Todos estos instrumentos hacen alguna alusión al mundo del salvaje oeste o a los Estados Unidos en alguna de sus formas. Sin embargo, Morricone los fusiona y marca su propio estilo.


En el caso de la música de The Mission, sucede lo mismo. Por ejemplo en el tema de “On Earth as it is in heaven”. Tímbales, un coro y un clavicordio al más puro estilo neoclásico, el oboe de Gabriel (uno de los personajes de la historia), etc. Todos estos sonidos te están hablando implícitamente al oído y te dicen cual es su papel y qué pintan en la película.
Aunque obviamente marcó un precedente para sus colegas, su obra no se reduce sólo a la experimentación instrumental, y su justificación con la historia, ya que va mucho más allá. ¿Quién no ha escuchado alguna vez las melodías de Cinema Paradiso, Unce upon in America (Érase una vez en America), The Untouchables (Los intocables), Lolita (La adaptación de Adrian Lyne 1998), Ripley’s game (El juego de Ripley)? En las melodías juega con la emoción, la nostalgia, la tristeza, la alegría, la ensoñación que crean los instrumentos junto con los compases, ritmos y notas. No hay nada de nuevo en ello, ya que es lo que han hecho todos los compositores del cine, pero Morricone tiene el don de los japoneses… Lo asimila y lo mejora porque si cambia un solo compás, ritmo o alguna nota de las melodías de las películas anteriormente nombradas, la producción entera bajarían un peldaño de calidad aunque sea difícil de creer.


Me atrevo a decir que los grandes directores del cine han tenido la suerte de trabajar con él y viceversa, como: Pier Paolo Pasolini, Federico Fellini, Giuseppe Tornatore, Sergio Leone, Lucchino Visconti, Gilo Pontecorvo, Vittorio De Sica, Bernardo Bertolucci, Marco Bellochio, Tinto Brass, John Huston, Buñuel, John Carpenter, Brian de Palma, Oliver Stone y Quentin Tarantino entre otros.
Desde aquí quiero rendir homenaje a un compositor que me emociona particularmente y supongo que colectivamente porque gracias a él sigo admirando el cine como un niño: como arte… como magia.

Escucha Cinema Paradiso aquí


Artículo de Pepo Ruiz

5 de febrero de 2010

El Tren: La última gran película de aventuras en blanco y negro




Si hay un director de cine especialista en el cine de acción y de aventuras es el recientemente fallecido (2002) John Frankenheimer, que iniciando su trayectoria desde el mundo televisivo, prácticamente en sus inicios, supo encarrilar una carrera repleta de taquillazos que lamentablemente no le sirvieron para que hoy día sea recordado por el gran público. Tiempo al tiempo.

Una de sus grandes películas es sin duda El tren (1964 ), posiblemente la última gran película de aventuras en blanco y negro, interpretada por Burt Lancaster, actor que ya había colaborado con Frankenheimer en Siete días de Mayo (1964) y en El hombre de Alcatraz (1962).



La historia es muy sencilla. Estamos en los últimos años de la ocupación nazi en Francia, a pocos días de que los aliados liberen París, un coronel alemán decide llevarse para Alemania una impresionante colección de arte ( compuesta por lienzos de Gauguin, Monet, Picasso, Matisse…) que residía en la ciudad. Las obras viajarán en un tren especial, pero un funcionario encargado del ferrocarril y miembro de la resistencia ( Burt Lancaster) dará su vida con tal de que esas obras no lleguen a Berlín.

Tras una eficaz presentación, donde se nos presentan las obras de arte y los planes del coronel Von Waldheim (Paul Scofield), comienza una auténtica carrera contrarreloj con escenas que nada tienen que envidiar al maestro del suspense Alfred Hitchcock o al mismísimo Orson Welles, al cual Frankenheimer admiraba.


El ritmo del film es rápido como la locomotora que transporta los cuadros, prácticamente no se nos da respiro en las más de dos horas que dura el metraje y disfrutamos de una película de aventuras de toda la vida, con un guión solido, una fotografía expresionista a la europea planteada con excelentes planos cargados de profundidad , buenas dosis de suspense (excepcional la escena de la pensión) y sobre todo con el valor añadido (en este caso el arte como identidad de una nación o una valiosa mercancia) , siempre presente en las películas de Frankenheimer.

Si te gustó El tren:


Gunga Din (1939) de George Stevens
El salario del miedo (1953), de Henri-Georges Clouzot
La gran evasión (1962), de John Sturges
El vuelo del Fénix (1965), de Robert Aldrich
Doce del patíbulo (1967) de Robert Aldrich
El desafío de las águilas (1968), de Brian G. Hutton
Indiana Jones y la última cruzada (1989), de Steven Spielberg


Artículo de
David Boscá

4 de febrero de 2010

Gondry, Kaufman y el eterno resplandor de la mente inmaculada




Tras conseguir dos nominaciones a los Óscar por los guiones de Cómo ser John Malkovich (1999) y Adaptation (2002) por fín le llegó la estatuilla en 2004 a Charlie Kaufman por su Eternal Sunshine of the Spotless Mind ( ¡Olvídate de mí! en nuestro creativo país). Sin duda han sido los dos directores de videoclips, con una trayectoría cinematográfica más interesante, Michel Gondry y Spike Jonze ( sin olvidarse de David Fincher) los que más partido han sacado a los delirios del genial guionista.

En El eterno resplandor de la mente inmaculada, Joel ( Jim Carrey) descubre un día que su impulsiva novia, Clementine ( Kate Winslet) ha hecho que borren de su cabeza todos los recuerdos de la frustada relación de pareja. Ofendido, Joel acude a la clínica del doctor Howard Mierzwiak (Tom Wilkinson), responsible del proceso, para que borre también a Clementine de su memoria. Cuando parece que todo va según lo previsto, Joel, descubre en lo más fondo de su cerebro, que sigue queriendo a Clementine e inicia una lucha contra el doctor Mierzwiak y su equipo ( Elijah Wood, Mark Ruffalo y Kirsten Dunst) para intentar conservar el recuerdo de su novia.



¿Cómo una película tan surrealista puede ser tan real, tan auténtica? Posiblemente porque juega con la magia inmortal de los recuerdos, elemento fundamental del género humano junto a los sueños, que dan una aproximación a la realidad, a nuestras realidades, mucho más cercana que la propia historia. Y por eso ¡Olvídate de mí! nos toca la fibra, hurga en lo más profundo de nuestro corazón y nos recuerda lo que es enamorarse y desenamorarse de una forma fresca e impredicible.


En la cabeza de Joel, Michel Gondry y Charlie Kaufman están en su salsa, libres para dar rienda suelta a su creatividad y mostrar, con la ayuda de un fantástico montaje ,el laberinto de emociones y recuerdos que se multiplican como los instrumentos de los White Stripes en el video de The hardest button to button. Capacitados para imaginar una historia y moldearla con el material con el que se construyen los sueños, que nos es tan familiar y por ello tanto nos afecta.

¡Olvidate de mí!
es la historia de las relaciones de pareja, de la inseguridad de la primera conversación, la emoción del primer beso, la tranquilidad que da el primer año, las discusiones absurdas, el miedo, los largos silencios, las discusiones, las despedidas y la vuelta a empezar. Porque el ser humano siempre vuelve a empezar, orgulloso de ser propietario de su legítimo derecho a equivocarse una y otra vez…


El cine de Charlie Kaufman:


Cómo ser John Malkovich (1999)
Human Nature (2001)
Confesiones de una mente peligrosa (2002)
Adaptation (2002)
¡Olvídate de mí! (2004)
Synecdoche, New York (2008) como director


Artículo de
David Boscá

27 de enero de 2010

The Fountain o el alma inmortal




El filósofo Bronson Alcott decía que la enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia. Qué razón tenía, porque de otra forma no se explican los abucheos que sufrieron auténticas obras maestras del cine universal como El nuevo mundo, de Terrence Malick o el objeto de comentario de hoy, The Fountain, de Darren Aronovsky. Abucheos por supuestos críticos en festivales como el de Cannes, incapaces de profundizar, insensibles al arte, a lo sublime.

La fuente de la vida (de nuevo quienes traducen las películas en nuestro país piensan que toda España es igual de imbecil que ellos) no es una película sencilla de analizar en nuestro tiempo. En una sociedad desvinculada de la espiritualidad, fuertemente ligada a lo material y cada vez más alejada del arte, ya que lo único que parece importar es la firma, se requiere un esfuerzo demasiado alto, para la mayoría para intentar empatizar con esta visionaria película de ciencia-ficción.

Se han escrito muchas estupideces, en parte justificadas por la manipuladora campaña publicitaria, llevada a cabo por la Fox, para tratar de rentabilizar un producto difícilmente amortizable. Porque, no, The Fountain no es una historia de amor a lo largo del tiempo, es algo mucho más complejo.


Aronovsky parte de la premisa de la inmortalidad codiciada en nuestros días, la voluntad de sentirse eternamente joven, ya sea con cremas u operaciones estéticas, y se hace una pregunta: “Si el hombre venciera a la muerte, que es lo que le hace humano, y viviera eternamente, ¿perdería su humanidad?”

Tom (Hugh Jackman) es un médico que busca incansablemente una cura para el cáncer que consume la vida de su mujer Izzy (Rachel Weisz). Dedica prácticamente noche y día a su lucha personal, olvidando que lo que su mujer más necesita es su cariño. Posiblemente inspirada por la perseverancia de su marido, Izzy escribe una novela ( The Fountain) que trata sobre la lucha de otro hombre, otro Tom (en este caso Tomás) pero del siglo XVI, empeñado en encontrar el equivalente de la legendaria fuente de la eterna juventud de Ponce de León materializado, en este caso, en un árbol de la vida (de clara inspiración judeo-cristiana). A raíz de la lectura del libro por parte de Tom, y de la voluntad de Izzy de que su marido escriba el último capítulo del libro (o lo que es lo mismo, que acepte la muerte como un acto de creación),lo real y lo ficticio empieza a enlazarse junto a una nueva no realidad, la misión espacial de un Tom del futuro, que viaja junto a su amado árbol en busca de una nebulosa moribunda que le devuelva la vida que se escapa de sus raíces.



Este Tom del futuro no es otra cosa que el temor del Tom del presente, un hombre de ciencia por aceptar la muerte como un inicio, y no como una enfermedad y un final de la existencia. Es la vida que él quiere para el ser humano, una vida donde la muerte ha sido derrotada por la ciencia y se puede vivir eternamente.Por eso en su realidad aparece la figura de Izzy para pedirle que lo acabe, que termine la novela, que acabe aceptando la muerte como un nuevo comienzo. Tom por fín lo comprenderá, entenderá como Izzy que el amor no tiene final y dejará en su tumba la semilla de un futuro árbol y cerrará el libro con el conquistador unido también con la naturaleza por la ingesta de la savia del árbol de la vida.


Darren Aronovsky, creó algo único, diferente, que posiblemente nunca será comprendido, pero que, sin duda, consigue emocionar al espectador abierto y sensible, en gran parte gracias a la música de Clint Mansell, que nos regala una de las composiciones más bellas de la historia del cine.


Otras experiencias filosóficas:

2001, una odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick
Solaris (1972) de Andrei Tarkovsky
Zardoz (1974),de John Boorman
Blade Runner (1982), de Ridley Scott
Matrix (1999), de los hermanos Wachowsky
El nuevo mundo (2005) de Terrence Malick



Artículo de
David Boscá

26 de enero de 2010

El poder de la mirada en Eyes Wide Shut




El título de la última película de Kubrick no podía ser más certero. El juego de palabras
“con los ojos cerrados de par en par/ ojos muy cerrados” no hace más que intentar dar forma a una historia que cuenta su discurso a través de un universo onírico levantado en torno a la mirada.

La mirada de Alice (Nicole Kidman), mejor dicho, la mirada de Alice reflejada en un espejo al principio del film, busca aquello que no encuentra en su marido, pero que sí creyó encontrar en los ojos de aquel marine, despertando el deseo dormido en su feliz vida conyugal. Posiblemente por los efectos de la marihuana, Alice confiesa aquella fantasía, que le corroe, a su marido, Bill (Tom Cruise), un hombre de éxito en todos los sentidos, pero que ve como se desmorona su identidad como hombre, empujado por el fracaso de no satisfacer sexualmente a su mujer.




Bill, por primera vez en nueve años de casado, abre los ojos, y empieza un viaje iniciático donde todo está permitido. Tras el encuentro fallido con una prostituta, Bill consigue la contraseña para acceder a una fiesta privada, cuya norma principal es llevar una máscara.


Máscara que le permitirá observar, escondido y aparentemente a salvo, como un voyeur y dar rienda suelta a los deseos prohibidos, a encontrarse con la fantasía y la tentación, y descubrir, que una fantasía realizada no es una fantasía, más cuando todo está permitido, incluso matar.

Tras enfrentarse a sus miedos, al desconcierto, vuelve a casa y encuentra, sobre su cama, la máscara que alquiló para la fiesta, la cual creía perdida. En ese momento se derrumba, rompe a llorar y termina confesando a su mujer todo lo ocurrido. Alice, estuviese presente en la fiesta o no, lo mira ahora de otra forma, con la mirada de la conformidad, de lo tangible, lejos de cualquier fantasía y lo insta a realizar aquello que mejor saben hacer: Follar.



Artículo de David Boscá

23 de enero de 2010

A propósito del cine de Jean Vigo




À propos de Nice (1929)

Conocí la obra de Jean Vigo en la universidad. Generalmente cuando empezamos a investigar sobre una corriente artística, por arte de magia, nos aparecen miles de nombres que llegan hasta nosotros. Vigo fue uno de ellos. Aquel año, gracias a mi colega P.R, programamos en el cineclub el primer, y único, largometraje de este director francés, L'Atalante (1934). La película me dejó sorprendido por su vitalidad y modernidad, a lo debemos añadir que Jean Vigo estaba muy enfermo en el momento de su realización. A partir de la proyección me enteré que este realizador tenía dos documentales cortos en su haber, el primero À propos de Nice (1930), obviamente sobre Niza, y el segundo sobre un nadador, Taris, roi de l'eau (1931). Como sucede con la vida dejé pasar la pasión que sentí y me enfrié. Este año, de forma mágica nuevamente, apareció ante mis ojos À propos de Nice.



Nada más empezar su visionado me quedé atónito. El cortometraje documental arranca con una banda sonora interpretada por un instrumento típico francés, el acordeón. Acompañando a la música el documental abre con un plano aéreo de la costa de Niza. A partir de ese momento Vigo no hace otra cosa que jugar con la cámara: le sirve para retratar, capturar el movimiento y construir planos y movimientos según la arquitectura del lugar (esto me emocionó). Pero el retrato de Niza no trata de mostrar el nivel de vida previo a la II Guerra Mundial, sino que pretende denunciar las injusticias. Esto lo consigue muy bien en la fase de montaje. Vigo lo que hace es, antes de introducir una secuencia nueva (planos de distinto contenido) intercala una serie de fotogramas en la secuencia actual, la termina y rápidamente cambia a la nueva secuencia. De esta manera nos muestra la imagen de una joven bailarina en pleno carnaval mientras nos va acercando al joven que trabaja duramente los altos hornos, o bien nos contrapone el lujo de la vida en los barrios de los ricos con los de los pobres. El uso que hace aquí del montaje es magnífico. De una forma indirecta el director deja entre ver qué sucederá a continuación, por lo que consigue introducir la próxima secuencia habiéndola hospedado previamente en la retina del espectador. Referencia cinematográfica digna de aparecer en los manuales de edición.


Y eso es À propos de Nice, un corto retrato social de la Niza de los treinta. Creo que si Vigo pretendía denunciar las injusticias reales la manera de rodarlo no era la adecuada, sin embargo, el documento es de una riqueza artística tan importante que debería ser obligatorio su visionado. Aunque el discurso narrativo del documental cambió mucho en los cincuenta siempre se tuvo a Vigo (y Vertov) como uno de los padres creadores del cinema-verité.

Te gustará:

L'Atalante (1934)
Taris, roi de l'eau (1931)
Zéro de Conduite (1933)

Artículo de
Rubén S. Ferrer

20 de enero de 2010

Anticristo y el paroxismo



Ésta es la película mas controvertida y polémica de la pasada edición del Festival de Cannes. Desde luego que la bruma de críticas flotan alrededor del director Lars Von Trier, acusándolo de misógino. Pero desde mi humilde interpretación fílmica no es, en absoluto, un largometraje cargado de misógina. Sino todo lo contrario amén del final que obviamente no voy a contar. Pero la “aristocrática clase” de la costa azul de Cannes que perdían el conocimiento en la proyección, de la crítica española, y de cuatro directores que censuran sin ser los mas adecuados para abrir la boca, pusieron esta película de vuelta y media.

A mi parecer, sólo se quedaron en la superficie, ni siquiera se preocuparon en bucear más hondo, en excavar para encontrar el verdadero significado a un largometraje cargado de: asociación de ideas; maestría del lenguaje fílmico del director danés; alusiones a la crueldad, tanto de la naturaleza y de la religión (ablación, el patriarcado religioso y la connotación negativa de la mujer a lo largo de la historia); etc. Por tanto solo se quedaron en las secuencias más duras (aviso…no es un cuento de Disney sino que es terror desde lo mas oscuro de la psiqué humana).

Sin embargo, el film fue un medicamento que ayudó al director en su terapia ante la depresión, y como medicamento, deberían consultar a su médico antes de verla porque no es apta para estómagos delicados, personas que lleven cafinitrina en su dieta o se tenga alguna patología sensible. La polémica está servida, y Lars Von Trier utilizó su crisis depresiva y su terapia como fuente de inspiración para crear esta historia.

La cinta está segmentada en: un prólogo que a mi parecer, es poesía cinematográfica, y nos da un motivo para viajar a través de los oscuros pasillos de la mente humana. Seguido por tres capítulos: el duelo, el dolor y la desesperación. Finalmente el film cierra con un epílogo.



“Tras el suicidio del hijo, el matrimonio protagonista de Antichrist, Él (Willem Dafoe) y Ella (Charlotte Gainsbourg), deciden comenzar una terapia para lograr encontrar el equilibrio en sus vidas. Al no lograrlo, Él psicólogo de profesión, opta por ahondar en los miedos de Ella para tratar de ayudar a su mujer, proponiéndole una terapia de psicología inversa por lo que decide que deben pasar una temporada en los bosques en los que hay una pequeña cabaña que Ella identifica como el lugar del que parten sus miedos. Allí continuaran la terapia pero la naturaleza les pondrá al limite de sus resistencias”.


El ritmo narrativo en el arranque es soporífero y lento pero va in crescendo manteniéndote agarrado a la butaca hasta los créditos. Todo ello, envuelto en una atmósfera enrarecida y densa que multiplica el dramatismo. Se salpican secuencias de sexo explícito y torture porn, de angustia y desesperación macerados con elementos estilísticos fotográficos que recuerda a composiciones pictóricas.

A parte de la labor del director, la interpretación de Charlotte Gainsbourg demuestra que es una actriz que se atreve con todo y muestra su desnudez, violencia y desgarro interior en su interpretación con gran maestría. Ello, le valió el premio a mejor actriz en el Festival de Cannes en el 2009. Por otra parte el papel de Willem Dafoe es menos agradecido, pero von Trier apuesta acertadamente por un valor seguro como es este actor cargado de personalidad. Ambos consiguen que el espectador se adentre en el delirio y la locura con una gran sobredosis de inquietud.


Esta película no es un claro ejemplo del cine Dogma, como el mismo director Lars von Trier, Thomas Vinterberg y Soren Kragh-Jacobsen manifestaron en 1995. Lars von Trier parece abandonar el Manifiesto a la hora de realizar el séptimo arte, ya que añade musicalizaciones, recursos de montaje e iluminación y no duda en fijar la cámara al suelo en algunos momentos del guión, y por supuesto encasillar el largometraje en un género algo ambivalente, entre otras cosas. Aun así, no merma su calidad y estilo personal como creador aunque sí se puede desentender del espectador en algún momento y nos conduce al paroxismo.


Películas recomendadas:

The Shining, de Stanley Kubrick, 1980
Sacrificio, de Andrei Tarkovsky, 1986
Misery, de Rob Reiner, 1990
In the mouth of madness, de John Carpenter
Audition, de Takashi Miike, 1999
La pianista, de Michael Haneke, 2001


Artículo de Pepo Ruiz

19 de enero de 2010

Brazil o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar al sistema...



Los personajes de Brazil viven en una sociedad enfermizamente burocrática, donde cualquier desliz de la organización establecida supone un gran problema para estos (mal denominados) individuos incapaces de reaccionar ante cualquier banalidad. Gilliam lleva al máximo surrealismo las ideas planteadas por Orwell en su inmortal 1984, batidas, que no agitadas, con el universo kafkiano angustiosamente desarrollado en El proceso, o en menor medida con las fórmulas expuestas en Un mundo feliz de Huxley o en Fahrenheit 451 de Bradbury.

En un lugar cualquiera del siglo XX, vive Sam Lowry, posiblemente el funcionario más eficaz del Ministerio de Información, con lo que las ofertas de ascensión laboral están a la orden del día, más aún si cabe por la fuerte influencia de su madre en el Ministerio. Pero Sam es feliz en su monotonía. Lo es hasta que un mal día un nombre se confunde a raíz de un error tipográfico, llevando a la muerte a un ciudadano en lugar de un “terrorista” (interpretado por Robert de Niro), fontanero cuyo crimen es llevar a cabo reparaciones clandestinas a margen de los formularios burocráticos. Esa serie de catastróficas desdichas hará que Sam se encuentre con Jill Layton, mujer que ama en sus sueños, y que hará que por fin acepte el ascenso con tal de obtener información acerca de ella.



Brazil y su pegadiza melodía, no es más que una válvula de escape para Sam y quien sabe si para Gilliam, el sueño de la utopía, materializado en sus delirantes ensoñaciones (a través de las cuales el director da rienda suelta a su imaginación), donde es capaz de librarse de las cadenas que le oprimen, sentirse héroe y capaz de cualquier acto en un mundo fantástico. De ahí que su universo se derrumbe al encontrar la pieza (Jill) indispensable para alcanzar ese mundo ideal anhelado.


Cierto es que el retrato que hace Gilliam de una sociedad ultra dependiente de la tecnología, del gobierno y de la burocracia, se nos antoja muy exagerada y caricaturizada (el contínuo uso del gran angular nos lo recuerda en prácticamente todas las secuencias) pero en su esencia no parece tan distante de la sociedad del Sitel, de la gripe A, del Facebook, del Ipod o de los grandes satélites que rodean nuestro planeta.

Brazil...

Where hearts were entertaining June
We stood beneath an amber moon
And softly murmured someday soon...
We kissed...
And clung together
Then...
Tomorrow was another day
The morning found me miles away
With still a million things to say
Now...
When twilight dims the skies above
Recalling thrills of our love
There's one thing I'm certain of
Return...
I will...
to old...

Brazil.



Otros universos orwellianos:

1984, de Michael Anderson (1956)
THX 1138, de George Lucas (1971)
1984, de Michael Radford (1984)
Equilibrium, de Kurt Wimmer (2002)
V de Vendetta, de James McTeigue (2005)


Artículo de
David Boscá

9 de enero de 2010

El lugar donde viven los niños



La última película de Spike Jonze no gustará a todo el mundo. Y es curioso, porque ese es precisamente uno de los temas centrales de Donde viven los monstruos: La incomprensión.

El director de Cómo ser John Malkovich y Adaptation (El ladrón de Orquídeas) firma una deliciosa pero arriesgadísima película pseudo infantil, adaptando la novela homónima de Maurice Sendak.

Cuenta la historia de Max, un imaginativo e incomprendido niño que pasa los días soñando historias bajo la atenta mirada de su madre y la ausencia simbólica de su padre.
Un día, vestido con su disfraz de lobo, pierde los papeles y muerde a su madre. Sale corriendo de casa para terminar viajando en una barca camino de la isla donde reina lo salvaje, donde viven los monstruos.




Quien conozca la filmografía de Spike Jonze, incluyendo, por supuesto, videos musicales y anuncios televisivos, comprenderá en seguida lo personal que es este último trabajo. ¿Acaso no ha sido siempre un niño grande, imaginativo y genial, pero incomprendido al mismo tiempo?

El discurso de Max empieza a tener sentido cuando llega al reino de los monstruos, aquí las actitudes más primarias, los sueños de niñez, las travesuras, la inocencia e incluso las mentiras (tan comunes entre los niños) son premiadas con el gobierno de la sociedad.

Los monstruos ven a Max como un salvador, un rey que viene para sacarlos de su miseria, de la infelicidad en la que viven tras haber dejado, mucho tiempo atrás, su comportamiento natural, su monstruosidad. Sólo quedaba uno, Carol, incomprendido como Max que sigue comportándose como lo que es en realidad, un monstruo, o lo que es lo mismo, un niño.

Lo que ocurre es que se encuentra con la representación de los peores temores del ser humano en la personalidad de los monstruos: el miedo a la soledad, al ser ignorado, a la diferencia, enfrentados con la razón, la bondad, el cariño… Y ahí es cuando Max empieza a dudar de si realmente es el rey que creía ser.

Lo más interesante de la película de Jonze, es el hecho de que consiga adaptar un relato infantil, no como lo haría un adulto, sino a través de los ojos de un niño, donde correr, dar saltos, pegar volteretas y construir castillos en el aire es lo más importante de su corta vida. Lo único que le preocupa.

Lamentablemente, si no somos capaces de sacar el niño que llevamos dentro, olvidarnos de los clichés y de las ideas preconcebidas, dificilmente disfrutaremos la película, impotentes al no poder comprender el idioma que hablan los niños cuando juegan en un mundo de fantasía.

En una sociedad dónde las preguntas de los niños a los padres no son respondidas

¿Puedes ser rey por siempre, Max?


Películas relacionadas:

Cristal Oscuro, 1982
Dentro del laberinto, 1986
The work of director Spike Jonze (TV), 2003


Artículo de
David Boscá

6 de enero de 2010

El cine negro se encuentra con el surrealismo



Obra enfermiza y perturbadora, pero ante todo fascinante.

Cronenberg no defrauda, y la película es tan extraña y está tan bien realizada que de no saber quien es el autor uno podría pensar que está dirigida por David Lynch debido a las semejanzas a la hora de construir las inquietantes atmósferas.
Incluso hay un momento entre Ian Holm y Peter Weller que perfectamente podría formar parte del metraje de Carretera perdida de Lynch.

Aunque la película está basada en la novela homónima de William S. Burroughs, lo grande es la manera en que Cronenberg hace suya la historia, aprovechando de nuevo para utilizar su eterno tema de la "Nueva Carne" que verdaderamente le apasiona y obsesiona.



Seres de aspecto anfibio humanoide y grotesco, máquinas de escribir con vida propia, conspiraciones y cine negro en un país extranjero donde la perversión llama a la puerta y la única salida es dejarse llevar por la locura, que todos parecen estar deseando, inducidos por la droga (o más bien, por el polvo para aniquilar insectos).

Si hay que destacar algo, además de la constante presencia de lo enfermizo, es la ambientación, perfecta y logradísima, y que es capaz de ir introduciendo al espectador de manera excelente en ese mundo extraño durante sus dos horas de visonado, y que no hará más que aterrarnos y mantenernos con la boca abierta.


Destacar tambien la música de Howard Shore que ayuda muchísimo a crear la atmósfera sintonizando perfectamente con lo que Cronenberg nos está contando y mostrando, a través de una partitura donde destaca especialmente una trompeta desquiciada que provoca una total sensación de inquietud agobiante.

El primer visionado debe verse con la mente bien abierta, y estando dispuesto a asombrarse ante una historia totalmente surrealista y bizarra, llena de elementos grotescos.

Ni que decir tiene que me ha encantado y he disfrutado enormemente con esta estupenda ambientación y este extraño mundo que Cronenberg nos ha regalado.

La elección del director nunca pudo ser más acertada.


Te pueden interesar:

Eraserhead, 1977
Videodrome,1983
Brasil, 1985
In the mouth of madness, 1994
Carretera Perdida, 1997
eXistenZ, 1999

Artículo de David Tarrazona

4 de enero de 2010

My Wong Kar Wai nights


¿Cómo consigue Wong Kar Wai mantener al espectador pegado a la pantalla sin contar con un hilo argumental claramente definido? Largometrajes como In the mood for love, 2046 o My blueberry nights absorben al espectador por su estética, su plasticidad, su belleza y sus pequeños detalles y gestos. Para Wong Kar Wai el cine es sobre todo imagen, y así nos lo transmite en sus filmes. Para este realizador de origen chino el público es un privilegiado anónimo y oculto agazapado tras cortinas translúcidas y puertas entreabiertas, y al que muestra a través de sus ralentizaciones, coreografías gestuales y temas musicales la idiosincrasia y profundidad de unos personajes que pasarían totalmente desapercibidos fuera del mundo de Wai.
Las películas de Wong Kar Wai representan fielmente su manera de rodar: en la gran pantalla vemos retales de vida de unos personajes que conformarán una historia una vez veamos el "the end", y en el set de rodaje los propios actores no conocen más que una idea básica de la historia o de sus personajes, para tratar de completar una trama aun desconocida para todos.




El objetivo de Wong Kar Wai es transmitir al espectador un estado de ánimo, una sensación, un instante y tratar de convertirlo en eterno sabiéndolo perecedero. Así pues, para Wai, la Obra es el proceso de creación de la Obra. Y quizás sea su coherencia entre el proceso y el resultado lo que haga tan atractiva la filmografía de este director. Porque el todo es la suma de las partes.

Filmografía destacada:


As tears go by (1988)
Chunking Express (1994)
Happy together (1997)
In the mood for love (2000)
2046 (2004)
My blueberry nights (2007)

Algunas referencias de Wong Kar Wai:

Vértigo, de Alfred Hitchcock, 1958
Al final de la escapada, de Jean-Luc Godard, 1960
El desprecio, de Jean-Luc Godard, 1963
Los paraguas de Cherburgo, de Jacques Demy, 1964
Gloria, de John Cassavettes, 1980

Artículo de David Aliaga

Ayer, hoy y mañana...


Desde hace varios meses siento la necesidad de volver a ver cine, de volver a los clásicos, de revisar aquellas películas con guiones redondos, bien estructurados y argumentados, escritos como se hacía antes de saltarse las reglas (para hacerlo hay que conocerlas). Y que mejor que empezar por la comida italiana postneorrealista, aquella, que influenciada por el neorrealismo, adopta sus reglas y centra sus personajes en el resurgir de la sociedad italiana.

La primera película en cuestión es Leri, Oggi, Domani (Ayer, hoy, mañana), de 1963 y dirigida por Vittorio De Sica. La película, dividia en tres episodios muestra a tres parejas italianas en tres situaciones completamente distintas, aunque para ello lo haga a través de los mismos actores, Sofía Loren y Marcello Mastroianni. En la primera historia (escrita por Edoardo De Filippo) los actores principales nos presentan a una familia pobre, en la que madre, no sólo cuida de sus hijos y su marido, sino que además, es la que trae el pan a casa vendiendo tabaco de contrabando en la escalinata principal del pueblo. Cierto día es sorprendida por la polícia, quien la detiene, aunque no la encarcela, ya que la mujer está embarazada. Es entonces cuando cae en la cuenta que siempre y cuando esté embarazada se librará de ir a prisión. El conflicto principal aparace cuando su marido se cansa de dejarla embarazada, por lo que la mujer entra, finalmente en la cárcel.

La segunda historia (guión de Cesare Zavattini) se centra en una mujer rica, egoísta y superfilicial, cuya felicidad se basa en ser querida y consentida. Para ello tiene un amante, quien la adora. La trama de este guión se desarrolla en el coche de la mujer, y avanza a través del diálogo que mantienen los amantes. Estos se dedican a planear su vida, sus viajes, su idilio; ambos necesitan escapar de su realidad cotidiana. Sin embargo su "realidad" se tuerce cuando tienen un accidente de coche, lo que provoca que los personajes se separen y vuelvan a la cotidianidad.

La última historia (con guión y dirección de Cesare Zavattini) es mi favorita por muchísmas razones. En ella se establece un trío entre los personajes principales. Loren, interpreta a una joven prostituta que vive un ático; sus vecinos, unos ancianos con un nieto seminarista, ven en esta mujer la tentación que puede alejar al nieto de su ingreso en la orden; y por último está el personaje de Mastroianni, un comercial cliente de Loren, de la que está profundamente enamorado. La trama arranca cuando el seminarista tropieza con la joven en la terraza. Desde ese preciso instante el estudiante se siente atraído por la mujer, quien lo sabe y hace lo posible por seducirlo.



Tropecé con esta película el día que empecé a informarme sobre la filmografía de Vittorio De Sica. La primera película que visioné de este director fue gracias a un documental de Scorsese. Se trataba del melodrama neorrealista Umberto D.. Cuenta la historia de un viejo profesor, siempre acompañado por su perro, que por ser despedido se queda sin casa. La soledad y la marginación son los temas en los que se centra esta magnífica película. Seguí investigando un poco más sobre este director y descubrí que sus películas, entre las que abundan filmes mediocres, se encontraba ésta, que además era muy conocida por el mito erótico de Sofía Loren. Me sorprendió muchísimo descubrir que se trataban de tres historias cortas, cada una de un estilo diferente: la primera un melodrama social, la segunda un drama interior al más puro estilo de Bergman, y la tercera una comedia de enredo. Estas caraterísticas, sumadas a la magnífica interpretación de sus actores, hacen de este film un referente básico dentro del cine italiano postneorrealista.


Te pueden interesar:

Matrimonio a la italiana
, 1964
Siete veces mujer,1967
Las brujas,1967
Boccaccio 70, 1962

Artículo de Ruben S.Ferrer