17 de febrero de 2010

El gigante de hierro que soñaba con ser Superman




No cabe ninguna duda de que el ganador de dos Oscar, Brad Bird, es un enamorado de la animación de los años 50 y 60. Sus películas destilan ese aroma mágico de los cortos de la UPA, de los noticiarios norteamericanos, de los libros ilustrados de después de la guerra e incluso el humor de algunas producciones del estudio Hanna-Barbera.

El gigante de hierro, su primera película, anterior a Los Increíbles y Ratatouille, es un catálogo de estilo, un severo homenaje a la animación clásica que vivía sus últimos días y a una época muy concreta en la que explotó, además de bombas atómicas, el fenómeno de la ciencia-ficción, las revistas pulp, los cómics y movimientos culturales como el Beat.

En ella, un gigante de hierro aterriza en nuestro planeta, tras un pequeño accidente con un generador eléctrico conoce al pequeño Hogarth Hughes, que le salva la vida, y se hacen amigos. El problema es el gran tamaño del gigante, que no pasa desapercibido, su pasión por devorar metales y la presencia de un agente federal que está investigando el caso.

Una película familiar de la Warner Bros, posiblemente la mejor del estudio, que sin descuidar a los niños ( va dirigida a ellos) moraliza sobre el armamiento de un país, sobre el miedo y la paranoia, sobre la amistad, a través de unos personajes que viven sus vidas en plena guerra fría. En esta ocasión no vienen los rusos sino un robot gigante procedente de algún lejano planeta que no recuerda su próposito en el nuestro. En esencia es un arma, un robot de guerra ( que se activa cuando se siente amenazado) pero descubre junto a Hogarth que al igual que Superman, puede decidir ayudar a la humanidad en lugar de destruirla.


Ted Hughes, el poeta inglés, escribió el relato original para consolar a sus hijos tras la muerte de su madre, y aunque el guión de Bird se aleja bastante del original, el mensaje de optimismo y el afán de superación está presente en toda la película.

Una escena muy significativa aquí.


Filmografía de Brad Bird:


Artículo de David Boscá




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