19 de febrero de 2010

El milagro de la luz en Barry Lyndon





Meses antes al rodaje de Barry Lyndon, Kubrick recorrió el mundo en busca de lentes ultra rápidas, porque sabía desde el principio que buena parte de las escenas de su película iban a ser filmadas en situaciones de extrema poca luz. Parece mentira , y resultaba increíble ya en los años 70, pero nunca se había filmado una película con escenas a luz de vela sin ningún tipo de luz artificial adicional. Por algo será...

Ed DiGiulio, el presidente de Cinema Products Corp, encargado de suministrar el equipo técnico que Kubrick necesitaba, recibió la llamada del director neoyorkino, ya que quería construir equipos nuevos a través de exóticas lentes que había conseguido (como una Carl Zeiss de 50 mm con F/0.70 que utilizaba la NASA para exploraciones lunares). DiGiulio le preguntó sorprendido porque no se planteaba utilizar las nuevas lentes Canon y Carl Zeiss, rapidísimas, que permitían fotografiar la luz de la vela de manera fácil siempre que se usara una luz de relleno. Kubrick a esto respondió que no hacía la película para lucirse sino para intentar capturar el debilitamiento del color y la sensación de estar viviendo las mismas sensaciones que se podían experimentar en un castillo del siglo XVIII durante la noche. De hecho, para intentar balancear la película de forma equilibrada Kubrick forzó el revelado, una parada, tanto en las escenas de interior como las de exterior.

No es tampoco casualidad que la fotografía de Barry Lyndon se acerque a algunos cuadros de William Hogarth y otros pintores del dieciocho, ya que ellos también trataban de representar su realidad, la de una vida sin electricidad, por una parte y por la gran abertura de las lentes que sacrificaban la profundidad de campo y lo que conseguían es que en muchas ocasiones las imágenes se aplanaran como en un lienzo.

En las escenas de interior, pero en este caso con suficiente luz, lo que se hizo fue reforzar la luz exterior a través de difusores que entraban por las ventanas en lugar de inundar la localización de focos como hacen la mayoría de producciones, logrando una bonita combinación de luces.

Claro que ser un genio tiene su precio, no sólo fue maldecido por los actores que se morían de calor alrededor de las velas repitiendo una y otra vez sus líneas ( hasta 25 veces afirmó Ryan O’Neal) sino también por su director de fotografía, John Alcott, que al menos fue galardonado con un Oscar. Este dijo en su momento que trabajar con esa lente era trabajar con algo que no tenía nada que ver con las lentes tradicionales, con una profundidad de campo prácticamente nula, de modo que no tenía referencia de enfoque y tenía que hacer pruebas manuales entre 1 y 60 metros para averiguar donde estaba el punto más enfocado.  

Sorprendentemente la película fue un fracaso de crítica y de público, menos mal que el tiempo pone a cada uno en su sitio…




Artículo de David Boscá

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