23 de enero de 2010

Aún no he acabado… Lilja 4-ever




Porque el cine sueco no es solo Ingmar Bergman. Porque Oksana Akinshjna está soberbia. Porque relata una realidad cruda y desgarradora que necesitamos ver. Porque el dolor existe y porque el mundo no es un lugar agradable. Por todo esto, y por mucho más, el visionado de este film de Lukas Moodison es de obligado cumplimiento.




Si en Trainspotting Dany Boyle, a través del relato de Irvin Welsh, nos regalaba la opción de elegir una vida, en Lilja 4-ever, su realizador, Lukas Moodison, nos condena desde el principio del metraje a vivir una existencia dada, la de Lilya, una chica de 16 años vecina de un suburbio de una ciudad cualquiera de la antigua Unión Soviética. La joven, abandonada por su madre, se ve obligada a malvivir entre miseria y desesperanza, junto con su compañero de penurias Volodya (Artyom Bogucharsky). El devenir de los acontecimientos la llevará a prostituirse en el centro de la ciudad y a conocer a Andrei (Pavel Ponomaryov), un novio que le prometerá una vida mejor en Suecia.


Las grandes películas atraen por la coherencia entre todos sus elementos narrativos: guión, dirección, música, interpretación, fotografía, y en este sentido Lilja 4-ever se lleva cinco estrellas. Una historia cruda, fría y profunda, narrada a través de una fotografía desgastada, plana y gris; una atmósfera decadente, de escenarios despejados y angostos, donde claustrofobia y agorafobia comparten protagonismo a través de angulares y teleobjetivos; un ritmo pausado y frenético descrito gracias a Ramstein y Vivaldi; en resumen, una joven, un lugar y una historia por vivir, o no.

Otras vidas (perras) juveniles:

Kids (1995) de Larry Clark
Trainspotting (1996) de Danny Boyle
Requiem for a dream (2000) de Darren Aronofsky
Sweet sixteen (2002) de Ken Loach
Thirteen (2003) de Catherine Hardwicke


Artículo de David Aliaga

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