

Era lógico pensar que en Europa, el continente donde el mito vampírico había desarrollado una marcadísima identidad propia, se hubieran producido un buen número del películas de género interesantes. Al igual que ha ocurrido a lo largo de la historia del cine, el cine europeo de vampiros también ofrecerá un valor añadido que lo distinguirá radicalmente del cine más comercial de Hollywood.
En Francia, encontramos la figura de Jean Rollin, director que llevará al límite el terror erótico ( no en vano fue uno de los pioneros del cine X francés) con producciones como Desnuda entre las tumbas (1970), El amanecer de los vampiros (1971), Vierges et vampires (1971) o la polémica Levres de sang (1975) que contó con una versión calificada X para intentar amortizar el gasto de la película. Aparte de Jean Rollin, se podría destacar también Sangre y rosas (1960) de Roger Vadim, El tierno Drácula (1974) de Pierre Grunstein (con Peter Cushing) más cerca de la comedia subida de tono o una revisitación del género en Baby Blood (1990) de Alain Robak.
El cine italiano, también aportará su granito de arena al género especialmente con la figura de dos realizadores, Antonio Margheriti y Mario Bava, con películas como La máscara del demonio, (1960) Las tres caras del miedo (1963), La danza Macabra (1963) o I lunghi capelli della Morte (1964). También interesantes La sorella di Satana (1965), de Michael Reeves, La maldición de los Karnstein (1963), de Camillo Mastrocinque y protagonizada por Christopher Lee, o una de las últimas producciones, la discreta adaptación televisiva de la novela de Stoker Il Bacio di Dracula (2002), de Robert Young.

El desaparecido Paul Naschy también daría vida a algún personaje en producciones como La noche de Walpurgis, de León Klimovsky.
En el resto de Europa, encontramos películas belgas como La Fée sanguinaire (1968), de Roland Lethem, La sadique aux dents rouges (1970), de Jean-Louis Van Belle o El rojo en los labios (1971), de Harry Kumel (adivinad sobre quién… Bathory), películas alemanas como los Nosferatu de Murnau (1922) y de Herzog (1979) o Jonathan (1970) de Hans W. Geissendorfer, rusas como la trilogía iniciada por Guardianes de la noche (2004), del tildado director visionario Timur Bekmambetov o una divertida, interesante, y reciente, co-producción británica y rumana, Strigoi (2008), sobre un pueblo rumano que se enfrenta a un brote vampírico encabezado por el rico terrateniente local.

Artículo de David Boscá
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