27 de marzo de 2010

La playa del fin del mundo




On the beach (1959), de Stanley Kramer

Un holocausto nuclear ha acabado con prácticamente todos los seres humanos, exceptuando un grupo de personas de Australia. Gregory Peck es el comandante de un submarino que trata de buscar supervivientes, mientras la nube radioactiva, que ya ha destruido el hemisferio norte, se acerca sobre el último enclave humano. (FILMAFFINITY).

El título original de La hora final (On the beach), sin duda hace referencia a esos últimos días que un grupo de norteamericanos puede vivir en tierra firme, en la costa de Melbourne, acostumbrados a vivir debajo del mar. Allí habitan los últimos vestigios de la humanidad, una humanidad desolada, pero al mismo tiempo resignada a un destino inevitable.

On the beach es una película sorprendente. No sorprende especialmente por la temática, Stanley Kramer la rodó una década después de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, en plena eferverscencia del pánico nuclear, sino por el tratamiento, y por su compleja sencillez. Toda la película gira en torno a estos personajes y sus esperanzas dispuestas en un submarino que se dispone a comprobar si hay esperanza más allá del océano. Esa es la única trama, la trágica espera de estos ciudadanos por descubrir si su final es inevitable o alberga alguna pequeña ilusión. Por supuesto hay subtramas. El joven teniente Holmes (Anthony Perkins) intenta convencer a su mujer y su bebé tomen una dosis mortal de pastillas para dormir antes de que el virus haga estragos en su organismo, ella, creyente en dios no lo puede consentir. Julian Osborne (Fred Astaire), un científico con sentimiento de culpa al haber formado parte de la investigación nuclear, cuyo último sueño es conducir un Ferrari en una gran carrera o Moira Davidson (Ava Gardner), una atractiva mujer, adicta a la botella y ligerita de cascos que se enamora perdidamente del comandante Dwight Lionel Towers (Gregory Peck), que aún vive anclado en el pasado, intentando negar que su mujer y sus dos hijos no fallecieron mientras el se escondía debajo del mar.




La película, muy reflexiva, especula sobre la capacidad del ser humano de destruirse a sí mismo, sin culpar a ninguna nación más que a la propia humanidad. Se olvida del rigor científico, resumiendo todo en el hecho de alguien pulsara primero un botón y se olvida de algunos detalles importantes como el invierno nuclear con la consiguiente alteración de la vegetación y demás efectos secundarios, pero poco importa. Lo que de verdad cuenta es la situación personal de estos personajes, sus miedos, sus sueños, sus esperanzas.


Por desgracia, On the beach no es una película redonda. Hacia el final de la película, imagino por decisión de algun ejecutivo avispado, tiene lugar la escena del Grand Prix, sin ton ni son, completamente caprichosa añadiendo espectacularidad que no era necesaria. Una vez termina, tiene lugar una pequeña elipsis y nos damos cuenta que nos hemos perdido en la trama, o bien se quedaron escenas en el tintero. Una lástima, porque hasta ese mismo momento Stanley Kramer había conseguido meternos en la piel (pocos años lo volvería a hacer con Vencedores y Vencidos) de cada uno de los personajes, y lo más importante, hacernos partícipe de ese discurso antibelicista que está presente en todo el metraje acompañado con los acordes del "himno" tradicional australiano, Waltzing Matilda.

Una curiosa joyita de ciencia-ficción dramática.

Otras películas apocalípticas (con o sin radiación) :

Five (1951), de Arch Oboler
Last Woman On Earth (1960), de Roger Corman
Los Pájaros (1963), de Alfred Hitchcock
The Last Man on Earth (1964), de Ubaldo Ragona
El planeta de los simios (1968), de Franklin J. Schaffner
Soylent Green (1973), de Richard Fleischer
A boy and his dog (1975), de L.Q. Jones
Quintet (1979), de Robert Altman
Nausicaa del valle del viento (1984), de Hayao Miyazaki
Cuando el viento sopla (1986) , de Jimmy T. Murakami
12 monos (1995), de Terry Gilliam
El incidente (2008), de M. Night Shyamalan
The Road (2009), de John Hillcoat
The book of Eli (2010), de Albert & Allen Hughes





Artículo de David Boscá

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