3 de marzo de 2010

Oscar 2010: El secreto de sus ojos




Benjamín Espósito (Ricardo Darín), secretario de un Juzgado de Instrucción de la Ciudad de Buenos Aires, está a punto de retirarse y decide escribir una novela basada en un caso que lo conmovió treinta años antes, del cual fue testigo y protagonista. Su obsesión con el brutal asesinato ocurrido en 1975 lo lleva a revivir aquellos años, trayendo al presente no sólo la violencia del crimen y de su perpetrador, sino también una profunda historia de amor con su compañera de trabajo (Soledad Villamil), a quien ha deseado y amado fervorosamente y en silencio durante años. La novela que escribe Espósito nos hace recorrer los años 70, cuando en Argentina se vivían épocas turbulentas, el aire estaba enrarecido y nada era necesariamente lo que parecía ser. (FILMAFFINITY)


¿Cómo f bricar un obr m estr ?

Nadie sabe nada. Así de vehemente se mostraba William Goldman en su libro autobiográfico Las aventuras de un guionista en Hollywood. Y razón no le faltaba. ¿Por qué algunas películas triunfan y otras no? ¿Por qué, incluso utilizando las mismas fórmulas, unas son consideradas obras maestras y otras no? Quién sabe…

Lo que sí está claro es que El secreto de sus ojos, lo es. Por muchos motivos, pero especialmente por los pequeños detalles.


Campanella no descubre el mediterráneo, pero manipula con la delicadeza de un gran artesano los elementos fundamentales de su película teniendo como espejo el cine de Hitchcock, el de Allan J. Pakula y otros directores del Hollywood de los 70, el de Frank Capra (reconoce haber visto ¡Qué bello es vivir! 90 veces), el de Fellini, el de Howard Hawks o la fotografía de genios como Gordon Willis ( El padrino, El último testigo, Todos los hombres del presidente...).

Humaniza el cine negro, utiliza el humor como la mejor arma del suspense, recupera la importancia de la mirada que parecía permanecer en el olvido, consigue emocionar sin caer en lo banal…

El secreto de sus ojos no necesita más que cinco minutos para enganchar al espectador, para activar ese interruptor que se nos pone en marcha cuando estamos viendo alguna gran película clásica. No necesita más que unas pocas palabras de Darín para echar por tierra la mayoría de películas vistas en los últimos días.

Juan José Campanella se recrea en esos pequeños detalles ( una vieja máquina de escribir que le falta la letra a, una mirada en una fotografía, una línea exquísita…) para implicar al espectador en una historia dura en su esencia. Tomando como modelo dos films de Pakula (Todos los hombres del presidente y El último testigo) la película salta de género a género, de la comedia más divertida a la investigación policial más interesante, del horror al melodrama.



La película es un ejercicio de focalización, un interesante juego entre miradas: la del director, la de los personajes, la del espectador que asombrado se deja llevar por esos enfoques selectivos, por la inteligente composición de los planos, por esos detalles, otra vez detalles, que sabemos que pueden marcar el destino de una persona ( una puerta abierta o cerrada, la diferencia entre temer y amar, el escote de un vestido, una despedida sin beso…).

El secreto de sus ojos, como las grandes películas, va directa al corazón atacando con los grandes temas universales: el amor, la justicia, el rencor, la venganza, los miedos, la pasión, la adicción, que nos son tan cercanos, que comprendemos y sabemos interpretar.

Al igual que los grandes personajes del cine negro, Espósito vive anclado en el pasado que le atormenta. Como en Perdición, un hombrecito que vive dentro de él le dice que no puede abandonar el caso, ni olvidar a la mujer de sus sueños.

Se habla mucho del contexto sociopolítico de la Argentina de los 70. Pamplinas. El secreto de los ojos es mágica, atemporal. Igual que el amor de Espósito e Irene, que sobrevive a todo. Dos personajes que se convierten en personas, porque Darín y Villamil no actuan, viven, y así lo sentimos desde el otro lado de la pantalla.


Artículo de David Boscá

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