

La Cara B
En un programa de televisión el sexagenario director italo-americano, Martin Scorsese, comentaba que Avatar, el último film dirigido por James Cameron, había cambiado el modo de ver el cine. Esto era bueno pero podía poner en peligro que las generaciones de cineastas y público en general perdieran de vista el cine clásico, el cine que no cuenta con tantos millones para contar buenas historias.
El comentario de Scorsese me hizo recordar algunos acontecimientos que fortalecieron el criterio de cine como mero espectáculo, y de que en el fondo mucha gente empezó a verlo como industria. Corrían los años de la Gran Depresión cuando la Universal decidió crear una serie de personajes que ayudarían a la gente a salir de la realidad, a esconderse en las salas de cine donde el paro, el miedo, y la incertidumbre poco tenían de verídicas. Hablo de los Monstruos de la Universal. El primero que inundó la pantalla fue Frankenstein, y más tarde vendrían Dracula, el Hombre Lobo, el monstruo de la laguna negra, y muchos más; generando un circo de criaturas feroces e infernales cuya única función era la de entretener. La evasión estaba servida, y el negocio asegurado. La Universal consiguió beneficiarse con aquella situación sin pensarlo demasiado; la gente lo único que necesitaba era evasión, aunque se gastaran en ella los pocos dólares que tenían en el bolsillo.

Yo fui uno de esos que corrió para ver Avatar, quería comprobar en mis retinas porque se producía este cambio. Lo hice, y los primeros comentarios fueron positivos. Aquel film, dirigido por el hombre que creó Terminator, me sorprendió tanto que mi juicio había quedado “avatarizado”. Sin embargo ha pasado el tiempo, mi mente se ha desapasionado y mi juicio ha vuelto a ser el que era. ¿Es Avatar tan importante? Desde luego que no. ¿Pero ha marcando un antes y después? Puede, pero las películas en 3D llevan haciéndose mucho tiempo, tampoco es nada nuevo.

El punto fuerte, pero no tanto, del film de Cameron es el uso de la tecnología, sobre lo que hay mucho escrito en la red. Sin embargo el 3D de Avatar no está explotado todo lo que debería. La profundidad de campo de sus escenas es espectacular pero la proximidad de los objetos y las escenas de acción quedan bajo el yugo de la alta calidad. Pocas son las secuencias en las que las tres dimensiones nos atrapan y nos provocan esas sensaciones que vértigo que anhelamos desde que compramos la entrada. Cámaras de alta definición, render en tiempo real, tecnología creada a propósito. Todo hecho para lucir, enseñar, mostrar, entretener, sumergir al espectador en un sueño para que se evada por completo. A través del avatar, en el que entramos usando el 3D en el plano real, conseguimos viajar a Pandora, vivir una aventura fantástica y después volver a nuestra casa con la sensación de pensar “otro mundo es posible, algún día”.

Y me pregunto ¿dónde queda el cine en todo esto? ¿Dónde están las películas clásicas? ¿Dónde está el cine de autor, ese de poco dinero con un buen guión? ¿Y las historias que nos llegan al alma? ¿Y los recursos narrativos como el tiempo, el montaje? ¿Qué pasará con el cine? ¿Ahora todo será Avatar? ¿Todo entretenimiento?.
Artículo de Rubén S. Ferrer
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