19 de enero de 2010

Brazil o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar al sistema...



Los personajes de Brazil viven en una sociedad enfermizamente burocrática, donde cualquier desliz de la organización establecida supone un gran problema para estos (mal denominados) individuos incapaces de reaccionar ante cualquier banalidad. Gilliam lleva al máximo surrealismo las ideas planteadas por Orwell en su inmortal 1984, batidas, que no agitadas, con el universo kafkiano angustiosamente desarrollado en El proceso, o en menor medida con las fórmulas expuestas en Un mundo feliz de Huxley o en Fahrenheit 451 de Bradbury.

En un lugar cualquiera del siglo XX, vive Sam Lowry, posiblemente el funcionario más eficaz del Ministerio de Información, con lo que las ofertas de ascensión laboral están a la orden del día, más aún si cabe por la fuerte influencia de su madre en el Ministerio. Pero Sam es feliz en su monotonía. Lo es hasta que un mal día un nombre se confunde a raíz de un error tipográfico, llevando a la muerte a un ciudadano en lugar de un “terrorista” (interpretado por Robert de Niro), fontanero cuyo crimen es llevar a cabo reparaciones clandestinas a margen de los formularios burocráticos. Esa serie de catastróficas desdichas hará que Sam se encuentre con Jill Layton, mujer que ama en sus sueños, y que hará que por fin acepte el ascenso con tal de obtener información acerca de ella.



Brazil y su pegadiza melodía, no es más que una válvula de escape para Sam y quien sabe si para Gilliam, el sueño de la utopía, materializado en sus delirantes ensoñaciones (a través de las cuales el director da rienda suelta a su imaginación), donde es capaz de librarse de las cadenas que le oprimen, sentirse héroe y capaz de cualquier acto en un mundo fantástico. De ahí que su universo se derrumbe al encontrar la pieza (Jill) indispensable para alcanzar ese mundo ideal anhelado.


Cierto es que el retrato que hace Gilliam de una sociedad ultra dependiente de la tecnología, del gobierno y de la burocracia, se nos antoja muy exagerada y caricaturizada (el contínuo uso del gran angular nos lo recuerda en prácticamente todas las secuencias) pero en su esencia no parece tan distante de la sociedad del Sitel, de la gripe A, del Facebook, del Ipod o de los grandes satélites que rodean nuestro planeta.

Brazil...

Where hearts were entertaining June
We stood beneath an amber moon
And softly murmured someday soon...
We kissed...
And clung together
Then...
Tomorrow was another day
The morning found me miles away
With still a million things to say
Now...
When twilight dims the skies above
Recalling thrills of our love
There's one thing I'm certain of
Return...
I will...
to old...

Brazil.



Otros universos orwellianos:

1984, de Michael Anderson (1956)
THX 1138, de George Lucas (1971)
1984, de Michael Radford (1984)
Equilibrium, de Kurt Wimmer (2002)
V de Vendetta, de James McTeigue (2005)


Artículo de
David Boscá

1 comentario:

  1. Esta peli siempre he querido verla y nunca la he visto ;-)

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