12 de enero de 2010

El vampiro en el cine I : de Nosferatu a Vampyros Lesbos




¿Qué es un vampiro?

No resulta fácil la tarea de construir una definición que determine con exactitud las características de esta palabra con orígenes tan dispares. A diferencia de lo que se cree, el vampiro, o el mito del vampirismo, no sólo lo encontramos en la cultura eslava y de centro europa ( como bien se ha encargado el cine de recordarnos) si no que ya encontramos rastros del vampirismo en épocas mucho más pretéritas y en todo tipo de culturas, pero siempre como un portador de enfermedad y destructor de la vida (la sangre, siempre asociada a la vida). Hay señales de vampirismo en leyendas sumerias, mesopotámicas, egipcias, chinas, japonesas o americanas, por citar algunos ejemplos.

No cabe duda que el debut cinematográfico del vampiro en el cine se produjo con la espeluznante Nosferatu de Murnau en 1922, aunque es posible que exista algún precedente en obras del cine mudo como la producciones El secreto de la casa número 5 (1912) o The Vampire (1913).


El cine nunca ha dejado de lado la figura del vampiro en cualquiera de sus formas: el asesino vampírico ( M, El vampiro de Dusserdorf, 1931,de Fritz Lang), el vampiro psíquico (Intacto,2001, de Juan Carlos Fresnadillo) o el vampiro con origen histórico ( La condesa Drácula, 1971,de Peter Sasdy, basada en Elizabeth Battory, que se bañaba en la sangre de doncellas para intentar retrasar su vejez).

La Universal recogió el testigo de Murnau y creó la imagen del vampiro que perdura en nuestro imaginario, el irresistible seductor de la noche que vestía de etiqueta, encarnado (nunca mejor dicho) por Bela Lugosi en su Drácula de 1931.



Tras un periplo de películas más o menos afortunadas como la incomprendida en su tiempo Vampyr de Dreyer (1932), La hija de Drácula (1936), El hijo de Drácula (también de la Universal pero esta vez interpretada por Lon Chaney Jr.), llegaron algunas entrañables películas corales como La zíngara y los monstruos,1944 o La mansión de Drácula 1945,novelas como Asylum con los primeros vampiros venidos del espacio e incluso parodias ( Abbot y Costello contra los fantasmas,1948) que únicamente consiguieron que el público perdiera el interés por el personaje. Tras unos años de mediocridades se recuperaría, y de que manera, con la llegada de una productora inglesa que aterrorizaría a todo el mundo como nadie había hecho hasta entonces.

La Hammer ( con merecidísimo origen español), utilizó el Technicolor tan popular en la década de los 50 para mostrar la sangre más roja de la historia del cine. Inauguró su festival de producciones con Drácula (1958), Drácula, el príncipe de las tinieblas ( 1966, ambas de Terence Fisher), Drácula vuelve de la tumba, Las cicatrices de Drácula (producidas las dos en 1970) y otras películas con gran dosis de erótismo como Las novias de Drácula (1960), Los amantes vampiros (1970), Drácula y las mellizas (1971) o la citada La condesa Drácula (1971).

En 1967, Roman Polansky homenajearía de forma soberbia todo este universo Hammer en su divertida El baile de los Vampiros, protagonizada por él mismo y su fallecida esposa Sharon Tate.


Por supuesto sería muy injusto pasar por alto la figura de Jesús Franco, reconocido hace muy poco en los premios Goya, que a lo largo de su extensísima filmografía trató el tema del vampirismo, algo más subido de tono si cabe. Algunas de sus películas, El Conde Drácula ( 1969), Las Vampiras (Vampyre Lesbos, 1970) o Drácula contra Frankenstein (1971).

Las imprescindibles:

Nosferatu, 1922, de F.W. Murnau
Drácula, 1931, de Todd Browning
Vampyr, 1932, Carl T. Dreyer
La zíngara y los monstruos, 1944, de Erle C. Kenton
Drácula, 1958, de Terence Fisher
Las novias de Drácula, 1960, de Terence Fisher
Vampyros Lesbos, 1970, Jesús Franco


Artículo de David Boscá

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