26 de enero de 2010

El poder de la mirada en Eyes Wide Shut




El título de la última película de Kubrick no podía ser más certero. El juego de palabras
“con los ojos cerrados de par en par/ ojos muy cerrados” no hace más que intentar dar forma a una historia que cuenta su discurso a través de un universo onírico levantado en torno a la mirada.

La mirada de Alice (Nicole Kidman), mejor dicho, la mirada de Alice reflejada en un espejo al principio del film, busca aquello que no encuentra en su marido, pero que sí creyó encontrar en los ojos de aquel marine, despertando el deseo dormido en su feliz vida conyugal. Posiblemente por los efectos de la marihuana, Alice confiesa aquella fantasía, que le corroe, a su marido, Bill (Tom Cruise), un hombre de éxito en todos los sentidos, pero que ve como se desmorona su identidad como hombre, empujado por el fracaso de no satisfacer sexualmente a su mujer.




Bill, por primera vez en nueve años de casado, abre los ojos, y empieza un viaje iniciático donde todo está permitido. Tras el encuentro fallido con una prostituta, Bill consigue la contraseña para acceder a una fiesta privada, cuya norma principal es llevar una máscara.


Máscara que le permitirá observar, escondido y aparentemente a salvo, como un voyeur y dar rienda suelta a los deseos prohibidos, a encontrarse con la fantasía y la tentación, y descubrir, que una fantasía realizada no es una fantasía, más cuando todo está permitido, incluso matar.

Tras enfrentarse a sus miedos, al desconcierto, vuelve a casa y encuentra, sobre su cama, la máscara que alquiló para la fiesta, la cual creía perdida. En ese momento se derrumba, rompe a llorar y termina confesando a su mujer todo lo ocurrido. Alice, estuviese presente en la fiesta o no, lo mira ahora de otra forma, con la mirada de la conformidad, de lo tangible, lejos de cualquier fantasía y lo insta a realizar aquello que mejor saben hacer: Follar.



Artículo de David Boscá

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